VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 9 de Julio de 2013

Fuegos artificiales

 

Llego al Washington Harbour y me apoltrono en el magnífico Sequoia porque quiero ver cómo transcurre el 4 de julio desde bien temprano.  

El pronóstico del tiempo es favorable y aunque han cancelado el espectáculo nocturno en el National, ahora me deleito recordando viejos tiempos cuando al lado de los jesuitas paseaba por Georgetown.

Recorro el canal, siempre apacible, viendo a cada paso la figura de la abuela Ventura durante sus recorridos matutinos y me sumerjo en las cafeterías contemplando obras de arte como aquellas del "peace & love" que circulan sin formalismo alguno por el pueblo viejo.

Brillan cálidamente las aguas del Potomac y así logro olvidarme momentáneamente no sólo de Snowden, como nueva personificación del heroísmo transnacional, sino de la paranoia bolivariana de Evo Morales, Maduro, Holguín y compañía.

Se lanzan al aire los globos de los tres colores y consigo sonreír al pensar que por fin Morsi se ha ido, que la amenaza integrista ha sido derrotada en Egipto y que vientos de verdadera democracia se aproximan no sólo a El Cairo sino a Ankara y a Damasco.

Corren los enanos que por estos días acuden a la capital y trepan a los botes en feliz algarabía permitiéndome dejar para más tarde las pretensiones farianas de refundar el Estado mediante una Constituyente hecha a su medida y acolitada por el entreguismo burgués que siempre ha sido cómplice romanticón y soterrado de la idolatrada revolución cubana.

Explotan en el cielo los fuegos artificiales convirtiendo a Virginia en un caleidoscopio de los mil colores que me dejan soñar con un nuevo horizonte libertario: el de la Iniciativa del Pacífico, la OCDE, la APEC, la OTAN y la Asociación Transpacífica.

Ondean las banderas, atracan las barcazas que vienen de Alexandria y la brisa del Jefferson Memorial me acaricia y apacigua justo antes de probar las margaritas y dejarme llevar por la fanfarria o el abrazo solidario de los que hablan una y otra lengua en la tranquila Babel de las ideologías respetuosas.

Ideologías, culturas y saberes múltiples como los que encuentro a cada paso en el National Mall durante el tradicional festival transcultural anual que es un derroche de diversidad, comprensión e intercambio de mundos posibles. Cosmovisiones que, precisamente, por anidar en el corazón mismo de la potencia imperialista, cobran mayor sentido y nos ayudan a entender, valorar y reforzar a diario la diferencia que existe entre el liberalismo abierto y la esquizofrenia leninista que controla hoy día a Alba, la Celac y la Unasur.