Neoconflicto
En vez de seguir pensando con el deseo y pintándose palomitas en el aire, el Gobierno debería razonar serena y juiciosamente sobre las verdaderas intenciones de las Farc (las que ellas mismas expresan sin ambages) y prepararse, desde ya, no tanto para el candoroso "postconflicto" con que sueña sino para el "neoconflicto", o sea, el modo en que las Farc van a transformarse y a operar tras la firma del acuerdo.
Porque dialogar en la Isla, negociar el modelo de desarrollo rural, desmilitarizarles un montón de zonas de reserva, legalizarles las tierras, regalarles curules en el Congreso, las asambleas y concejos, otorgarles completa impunidad para ponerlos a desminar en sus ratos libres, garantizarles la no extradición, y extenderle los beneficios a su mellizo, el Eln, es un juego de niños frente a la trampa estratégica en que está a punto de caer el Gobierno.
Primero, porque el acuerdo final que se firme tendrá que ser verificado, y si en un simple cese unilateral del fuego como el de fines del año pasado se registraron más de 50 violaciones, ¿se imaginan ustedes los esfuerzos que tendrán que hacer los verificadores escogidos por el Gobierno y las Farc para tapar el sol con un dedo y no estropear el proceso que "tanto ha costado construir"?
Segundo, porque al "dejar las armas" pero "no entregarlas", las Farc someterán a los ciudadanos al chantaje perfecto: o refrendan el acuerdo, o sufrirán retaliaciones pavorosas.
Tercero, porque no habrá quién las controle ya que el premio automático por firmar el acuerdo final será un cese bilateral del fuego que paralizará a las Fuerzas Militares so pena de ser condenadas por sabotear con su "guerrerismo" el "histórico proceso de La Habana".
Y cuarto, porque a despecho del resultado que arroje el referendo, las Farc exigirán de inmediato una asamblea constituyente a la que querrán controlar valiéndose tanto del proselitismo armado como de su cuota burocrática que ya para entonces se habrá expandido -como el Sida- desbaratando poco a poco el sistema inmunológico del Estado.
En síntesis, el neoconflicto no consiste en que Santos sea o no sea reelegido, ni en cómo quedará conformado el Congreso. Consiste, básicamente, en qué tan dispuesto estará el Gobierno a aceptar o rechazar la trampa tendida por las Farc.