Hace pocos días, la dictadura chavista fue premiada con una plaza en el vetusto Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Por supuesto, el acontecimiento ya ocupa el primer lugar en la antología universal de las paradojas políticas y amerita algunas reflexiones adicionales.
Por una parte, esto pone de presente la consabida y notable habilidad del aparato diplomático cubano, verdadero promotor mundial de los intereses y planes revolucionarios en América Latina.
Por otra, muestra también la pusilanimidad y cobardía de los servicios exteriores de la región que vegetan sobre los laureles, creyéndose los exponentes de las democracias liberales.
En otras palabras, los gobiernos que se dedicaron desde hace varios meses a contemplar pasivamente cómo los No Alineados y el Foro de Sao Paulo urdían sus planes, ahora se lamentan como plañideras por la exaltación de Maduro y sus secuaces.
Maduro y sus secuaces porque no hay que olvidar que en el flamante Consejo también toman asiento Libia, Mauritania, Sudán, o Namibia.
Lo cierto es que con la excepción de Chile, Brasil y EEUU, que hicieron todo lo posible por impedir la elección de la dictadura, los demás gobiernos del área esperaron hasta el último minuto y lanzaron la candidatura alternativa de Costa Rica, tan solo para presenciar el desastroso resultado.
Incluso, personajes destemplados como el director de Human Rights Watch, Philippe Bolopion, llegaron a escandalizarse y a preguntarse, candorosamente,... ¿qué se puede decir de este mundo en que vivimos cuando una mayoría de países vota para el Consejo de Derechos Humanos en favor del abusivo gobierno de Venezuela a pesar de contar con otra opción?
Como sea, nadie podrá olvidar la ovación que recibió el régimen despótico de Maduro tan pronto como se contabilizaron los 105 votos con los que aseguró su curul.
Dicho de otro modo, ¿qué diferencia existe entre la antigua Comisión, disuelta hace trece años por contaminación ideológica, y este Consejo, absolutamente controlado por gobiernos abyectos, dadivosos y autoritarios que, por supuesto, se sienten identificados con Maduro e impecablemente representados por él?
Como lo ha dejado muy claro el embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon, “El Consejo de Derechos Humanos continúa abandonando los derechos y humanos de tal modo que ahora se dedica a proteger a los dictadores y criminales de guerra”.
Y en el mismo sentido, Washington sostuvo que todo esto no es más que una muestra de que el dichoso Consejo “está quebrado”; tanto, que en 2018 decidió abandonarlo, en vez de seguir cohonestando con semejante fanfarria.
En pocas palabras, ¿cómo se puede explicar que, Venezuela, siendo desde agosto pasado el único Estado latinoamericano investigado por el Consejo, ahora se convierta en juez y parte, en orondo regidor del sistema global de los derechos humanos?
Por último, ¿hasta cuándo seguirá Colombia haciendo parte de este adefesio, o de los no alineados, o del Grupo de Lima, o manteniendo relaciones con la dictadura cubana que ampara a los terroristas de las Farc y el Eln?