La confianza y seguridad en la justicia a veces se ve amenazada por los acontecimientos de los cuales se nos informa. Unos tienen que ver con la conducta de quienes deben administrarla, jueces y magistrados, que fácilmente atenta contra la reverencia que todos debemos prodigarle con consideración y respeto. No parece que la conducta de varios magistrados que han sido colocados en cargos de altísima responsabilidad haya hecho mella en la probidad que se debe tener por la justicia como institución abstracta y real del estado. Ver a personas que antes las teníamos como serias y ponderadas, unas detenidas y otras sindicadas, llena de tristeza a todos los colombianos que creemos en la excelencia de esta rama del poder público.
Seguimos creyendo que lunares y aberraciones de conducta por parte de quienes deben dar ejemplo no mancilla la pureza y dignidad del ejercicio profesional de la justicia. Las faltas que han cometido no solamente afectan a quienes las cometen, sino también a la dignidad que se comprometieron a no mancillar cuando juraron respetar el sagrado derecho que asiste a todos los ciudadanos a verse siendo objeto de mesura, consideración y respeto por quienes están obligados a hacerlo. Algunos han sido desleales con los compromisos que adquirieron; no solamente deben enfrentar las leyes que a ello los obliga, sino que tienen que enfrentarse a su propia conciencia, además a su familia y a todos sus colegas y amigos de su entorno. Que sean juzgados con toda severidad y objetividad es lo que todos queremos y aspiramos para continuar queriendo y honrando a la justicia.
Existe el reconocimiento a las modificaciones en las normas que nos rigen, que sustraen de las funciones de los jueces la de investigar para, de acuerdo con sus indagaciones, juzgar. Eso hace que la justicia, en manos de los jueces de instrucción íntegros cuya única función es la de juzgar, sea digna de encomio y respeto. Sin embargo si para el ciudadano común no está tan clara esta situación y la mora en juzgar se achaca exclusivamente a los jueces; crímenes tan abominables y que conmovieron a la sociedad colombiana y también a la internacional, como fueron los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y recientemente el de Álvaro Gómez Hurtado, continúan en la penumbra.
Se sabe que Roa Sierra fue el instrumento que apretó el gatillo del revólver homicida de Gaitán, pero hasta ahí se conoce. Galán político de amplias proyecciones en el escenario nacional cayó víctima de los criminales que hoy no sabemos quiénes fueron ni qué los movió. Ahora, con ocasión de los veinte años de impunidad luego de la caída de Álvaro Gómez, se ha informado que la Fiscalía tiene pistas sobre su asesinato. Ojalá sea cierto y se llegue a saber quién y porqué mataron a persona tan valiosa en la vida nacional. Los documentos para la hipótesis de la desaparición de un político hoy desaparecido. ¿Cómo se llegó a ellos?