Urgen señales claras | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Julio de 2022

Piensa mal y acertarás es un adagio popular que no falla cuando las circunstancias se complican. Es una premisa para el gobierno entrante que no podrá abstraer, de ninguna manera, la injerencia de los vientos de recesión de potencias en el mundo ni de los aún efectos de la pandemia.

La economía no miente, como dice Guy Sorman. Ante la más mínima señal reacciona de inmediato, como se ha visto en el comportamiento de la tasa de cambio del peso frente al dólar, bien por los motivos internacionales como por las razones internas.

La economía es enemiga de la vacilación, prefiere la cautela y las señales precisas. La peor de las percepciones del mercado es aquella que lleve a postergar los proyectos, a paralizar la iniciativa, hecho que contradice el propósito de la futura administración de estimular la innovación como motor del desarrollo.

El mercado está a flor de piel, muy sensible, en primera instancia por la expectativa del cambio de gobierno, sobre todo de método (si no se habla por el momento de cambio de modelo) frente a las prioridades de gasto y las presiones para elevar sus recaudos; y en segunda instancia por las mayores tasas de interés e inflación externas como por la situación de la economía estadounidense, china y europea, donde influyen también los efectos de un covid-19 que no se ha ido.

El mercado no puede sobreaguar en un mar de inseguridad jurídica, pues los anuncios diarios y sus correcciones hacen muy difícil predecir las variables que podrían verse más afectadas con las futuras reformas.

Por su parte, hay que reconocer, en las entrevistas hechas al ministro de Hacienda, su razonable reconocimiento a unas líneas de base positivas del actual gobierno como la recuperación económica, el crecimiento de las exportaciones no tradicionales, el buen comportamiento del recaudo tributario, el impulso a las energías limpias, la reducción de los mayores niveles de deuda adquiridos por cuenta de la pandemia, la disminución del déficit fiscal y un mejor balance comercial.

Esto es importante porque rompe con el adanismo puro, la tendencia a dar un diagnóstico frustrante de los avances del pasado y muestra intenciones de no destruir lo construido, con el reconocimiento de la capacidad del sector productivo como motor del crecimiento económico.

Esto implica que se tendrá una fuerte presión por ganar para Colombia la calificación crediticia del grado de inversión en el mediano plazo, donde se requiere un esfuerzo mayor por bajar el déficit fiscal, cuya talanquera le serán las altas expectativas sociales que se han prometido.

Hay que pasar de la política de los anuncios (muchos aclarados posteriormente) a la presentación de las reformas en toda su esencia. Entre tanto habrá una alta neurosis que se refleja inmediatamente en los indicadores de la economía, pues no es posible ni siquiera tener expectativas racionales sobre una información que no es concreta.  Esperemos ese “sí pero no” no vaya a ser una característica permanente del gobierno entrante si no una excusa por tener los proyectos en fase de elaboración.

En realidad, la incertidumbre -para bien o para mal- bajará cuando en realidad se conozcan los detalles de los proyectos de ley. Los ires y venires sólo dan inseguridad, falta de confianza y crean mucha inquietud. Hacer sociables las reformas, sociabilizarlas (más que socializarlas) si es poner a todos en su conocimiento y preparación para el debate, pero solo si se hace sobre certezas para no producir el efecto contrario. Urge dar señales claras.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com