Como habíamos dicho, la renegociación del acuerdo con las Farc muy posiblemente terminaría con un rechazo de los temas más importantes, precisamente los que llevaron a la mayoría de los colombianos a rechazar el anterior “acuerdo final.” ¿Por qué? Ante todo un Gobierno ansioso, casi que desesperado por concluir un verdadero acuerdo final con una guerrilla de solo 5.700 efectivos (el 0,00013% de los colombianos) que “secuestró” al Gobierno, ansiedad que lo llevó a hacer concesiones contrarias a la democracia, como la asignación de curules a los subversivos, aunque no tuvieran los votos para ello; impunidad para crímenes contra la humanidad; creación de un tribunal exorbitante de la justicia colombiana; suspensión de las fumigaciones aéreas de los cultivos de coca que ha llevado a un crecimiento extraordinario de las plantaciones; modificar la Constitución Nacional incluyéndole 297 páginas convenidas con las Farc como si fuera una Asamblea Constituyente; acordara con los subversivos reglamentar temas como el de la ideología de género, no exigir la libertad de los secuestrados, etc.
No le bastó el inmenso y costoso esfuerzo propagandístico gubernamental y no logró que los ciudadanos aprobaran el mamotreto firmado, pleno de vaguedades susceptibles de cualesquiera interpretaciones. Un negociador que deja conocer esta urgencia de su contraparte pierde gran parte de su fuerza negociadora, más si envía a negociar al mismo equipo que concluyó el acuerdo anterior, considerando que era “el mejor posible”, sin aceptar la presencia de un testigo de la oposición.
El Presidente había dicho que aceptaría la responsabilidad política de una derrota, perdió y no aceptó ninguna responsabilidad, como si la aceptó David Cameron cuando fue derrotado su plebiscito sobre el Brexit.
Cierto que ya reconocieron que no era el mejor posible desde que pudieron hacerle algunas modificaciones, aunque no importantes, pero el que la contraparte les hubiera aceptado algunas modificaciones superficiales les bastó para cantar victoria: ¡miren lo que logramos! y, ante la presión del Presidente, sin que los opositores hayan tenido siquiera tiempo leer, y menos para estudiar, las nuevas 310 páginas y hacer sus observaciones, como prometido, el jefe de la delegación negociadora declara que "no hay espacio para una nueva negociación" asegurando dividir profundamente al país.
Ahora no se acepta que los representantes de la oposición presenten comentarios. Tómenlo o déjenlo. Y si lo dejan, ustedes lo que quieren es dilatar un acuerdo pensando en 2018 (un poco lejos, me parece), oponerse a la paz y reanudar la guerra, ya nosotros hicimos lo que se podía. Esto era de esperar cuando no hay voluntad negociadora, ni la opción de levantarse de la mesa, aunque fuera temporalmente, ya que se “necesita” finiquitar todo antes del 10 de diciembre. En Colombia 5.700 guerrilleros pueden más que 6.431.376 colombianos.