Hemos iniciado estos comentarios con puntos salientes que ubican al Papa Benedicto XVI como legítimo sucesor de S. Pedro en el pontificado romano, y detalles de gran interés sobre su iniciación y su final en la sucesión petrina. Nos hemos guiado, y nos seguiremos guiando, por el avezado periodista Peter Seewald, en sus “Últimas Conversaciones” con el venerado Papa Ratzinger. Nos acercaremos a detalles de gran interés e importancia de la vida, pensamiento, incidencias y de retos difíciles en su carrera humana y pontificia, así como apreciaciones sobre circunstancias y personajes que ha encontrado en su peregrinar. Leídas con avidez las 309 páginas de ese interesante texto-guía, son abundantísimos los detalles que se quisieran resaltar para apreciar, debidamente, la personalidad del Papa Benedicto, los temas estudiados y afrontados por él, los hechos de Iglesia con los que estuvo en contacto o lideró. Habrá, también, clarificaciones que se deben hacer y lecciones positivas del proceder y decisiones de su Pontificado.
Nace Joseph Ratzinger el 16-04-27, en Marktl, Baviera, recibiendo, el nombre de José, santo del cual sería grandemente devoto (pag. 73). Fue su padre Joseph, un granjero anteriormente Policía, y su madre María Peintner, inicialmente dedicada a oficios humildes, cordial y acogedora. Hubo tres hijos en ese hogar, entre ellos Georg, que sería sacerdote. Su padre, hombre sereno, “increíblemente piadoso”, vivía estrechamente de módica jubilación, radicalmente contrario al nazismo implantado en Alemania por Adolfo Hitler. Ese régimen trajo problemas al futuro Papa, desde sus 6 años, al que calificó como “triunfo del mal, que cayó sobre nosotros” (págs.76-77).
Hizo, sus primeros estudios cerca de su hogar, y a los 12 años ingresó a 3º de secundaria al Seminario Menor, siguiendo los pasos de su hermano Georg. Confiesa que tuvo actitudes de notoria rebeldía, y hasta cierto espíritu de contradicción (pág. 84). Su padre y su madre se alegraron de su avance hacia el sacerdocio. Comenta que su vocación sacerdotal, creció en él “con toda naturalidad”, sin especiales vivencias de conversión, con estímulo en su gusto por la riqueza de contenido de la Liturgia ((pág.86-87).
Situación que incidió, grandemente, en la etapa de formación del joven Joseph fue la II Guerra Mundial, que estalló a pocos días de su ingreso al Seminario, 01-09-39. Aunque internamente no hubo directo hostigamiento a la fe y práctica religiosa, sí se tenía, en toda Alemania, “ambiente asfixiante y propósito de que la Iglesia desapareciera”. Pero, en los creyentes, había la convicción de que ni el nazismo ni la guerra durarían mucho (pág. 80). En la familia del futuro Papa se miraba a Hitler como “un criminal” (pág. 90).
Ejecutoras de persecución a quienes no fueran adeptos a régimen eran las Juventudes Hitlerianas, de las cuales sintió el joven Joseph Ratzinger más cerca la opresión nazista (pág. 88). Para esas Juventudes fue alistado en 1944, cuando tenía 17 años, y llevado a la frontera húngara, siendo obligado a colaborar en tareas de cosecha, quedándole el recuerdo que no fue allí eficiente, y que, por ello, “el Führer sacó poco provecho de mí” (pág. 91). En 1945, estuvo de planta en una guarnición, en donde fue cuidado de enfermedad del dedo pulgar, que se le infectó, y le dieron “la baja”.
Pero su salida fue, en cierto modo, deserción, y, así, regresó a su hogar, en donde lo acogieron con gran alegría (pág. 93).
Después, en plena guerra, de mayo a julio de 1945, fue Joseph prisionero del ejército estadounidense, en duras condiciones, hasta ser liberado y regresar de nuevo a casa de sus padres (pág. 95). A renglón seguido continuó en su empeño vocacional hacia el sacerdocio (1946), con estímulo de su madre, quien le pedía reflexionar en que fuera realmente su vocación (págs.96-97). (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón Email: monlibardoramirez@hotmail.com