Las transformaciones que trajo consigo la pandemia en términos de salud pública, demostraron la importancia que tiene la alimentación consciente como un mecanismo para el autocuidado y el bienestar. No obstante, tener un acceso a este tipo de alimentación se ha convertido en una gran problemática, por la poca oferta de productos que garanticen este propósito y en consecuencia el alto costo de los mismos.
Los efectos mismos de la pandemia, las dificultades climáticas que ha enfrentado el país, la falta de infraestructura vial y de transporte, e incluso, las malas condiciones y prácticas que se dan en el campo colombiano, son algunas de las problemáticas que potencializan la baja oferta de productos orgánicos, dificultando al cliente conseguir productos limpios y que estén alineados a una coherencia entre el consumo y la preservación del medio ambiente.
Además, los altos costos de insumos por la guerra entre Rusia y Ucrania, e incluso el desabastecimiento de fertilizantes, ha generado en el campo colombiano una problemática de gran impacto, puesto que las tierras que durante el periodo productivo de marzo a mayo necesitan estos nutrientes, se están viendo altamente afectadas por las plagas y el poco crecimiento de sus productos.
De este desafío nace una nueva posibilidad para empresarios y emprendedores que ven en el desarrollo rural no sólo un alto potencial económico, sino también, un potencial de crecimiento conjunto entre agricultores, productores y los mismos emprendedores, que respaldará el posicionamiento de Colombia como un país agro a nivel mundial, no solo desde la seguridad alimentaria en términos de cantidad, sino que el reto es lograrlo desde la calidad de productos limpios, con procesos que ayuden a disminuir la huella de carbono que deja la agricultura tradicional.
Sin embargo, para lograr este objetivo, no solo se requiere tener grandes campos cultivados y producciones, también es necesario la transformación del campo con procesos responsables, limpios y sostenibles, que ayuden al crecimiento de cultivos orgánicos y en proceso de certificación, puesto que en la actualidad, solo el 1% de las tierras productivas tienen este tipo de siembra, lo que equivale a 90.000 hectáreas, y de las cuales 30.000 son orgánicas certificadas, pero tan solo 40 de estas son de hortalizas, según cifras de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica y el Instituto Agustín Codazzi.
El reto es enorme en un país que tras la crisis causada por la pandemia, el campo se ha visto altamente afectado en términos económicos y sociales. En este punto lo más relevante es preguntarse: ¿Cómo lograrlo?
No es solo responsabilidad de los agricultores llegar a este proceso de llevar al campo colombiano a ser sostenible, es responsabilidad de toda la cadena de cada producto. Tener un apoyo gubernamental que incentive la producción agrícola responsable con el objetivo de tener cultivos limpios que cuiden el agua y renueven el suelo, volver al pasado y tener empaques retornables con el propósito de darle mayor vida útil a elementos como cajas, aprovechar el 100% de los productos naturales, usar bolsas compostables que puedan ser usadas para futuras siembras, comprar de manera responsable los productos para evitar desperdicios, y en especial, pagar de manera justa a los agricultores y brindarles herramientas para que vean las posibilidades que puede generar tener cultivos libres de fertilizantes, son parte de las acciones necesarias.
En este paso, es muy importante el consumidor, puesto que no solo es quien aporta económicamente en el proceso, sino también es el responsable de elegir productos que ayuden al medio ambiente y la economía colaborativa y circular conociendo la trazabilidad de sus alimentos y comprando productos locales que garanticen alta calidad, y en especial, dando uso responsable de los alimentos, sus empaques para cuidar el medio ambiente.
El camino es largo, pero es posible. En un país como Colombia, que cuenta con todas las ventajas en materia de suelo y clima es posible cultivar productos agrícolas limpios, que sean saludables y al mismo tiempo, coherentes con el cuidado del medio ambiente. Ofrecer productos que se destaquen por su calidad y los aportes nutricionales que dan a los consumidores, y así mismo, darle visibilidad y trascendencia al trabajo que más de 3 millones de agricultores hacen a diario para alimentar a Colombia y otros países a los que exportan.
En situaciones como esta, el desarrollo rural es la premisa fundamental para el crecimiento conjunto de agricultores, productores, emprendedores y empresarios que ven en el campo el potencial de crecimiento que logre estabilizar la economía del país. Darle un nuevo rumbo al campo colombiano a través de la transformación y sustentabilidad es el único camino para garantizar tener productos que generen rentabilidad para los productores y bienestar, coherencia y cuidado para los consumidores.
*Directora de operaciones de MercaViva