Jorge Rey, gobernador de Cundinamarca, ha decidido realizar uno de los sueños de los vecinos y los habitantes de Bogotá, la ejecución del plan de transporte masivo: el tren de la Sabana, que comunique a los municipios colindantes. Pues el metro en el Distrito es una utopía desde cuando a Peñalosa se le ocurrió el negocio del “Transmilenio”, dizque para sustituir el tren metropolitano o subterráneo.
En la historia de Buenos Aires hay un antecedente que sirve de ejemplo para entender nuestra sentencia condenatoria. “Para la Argentina novecentista de Roca”*, acontecimientos como la llegada de la obra “La interpretación de los sueños” de Freud, sirvió para abolir el positivismo y la herencia dictatorial del General, genocida de los mapuches, permitiendo el arribo al poder de Hipólito Yrigoyen, radicalista que se atrevió a nacionalizar el transporte férreo no solamente en el medio urbano de Buenos Aires, sino a nivel del territorio nacional, revocando los pactos de Julio Roca con el gobierno inglés y estimulando el desarrollo social.
Analizando episodios del Cono Sur y comparándolos con la realidad colombiana se descubren capítulos que aleccionan y permiten comprender porque esta República se quedó en ese statu quo, no solamente de desarrollo económico sino político, que hoy la condena a su fracaso eterno y la exhibe atrasada casi un siglo. En Argentina el enfrentamiento entre las políticas de Roca e Yrigoyen se resolvió en el año cuarenta del siglo pasado anulándose, entre otras, el tratado Roca-Ruciman.
En el país del Sagrado Corazón, la confrontación política está vigente hace un siglo y, a pesar de los esfuerzos de Juan Manuel por superar el óbice histórico, nada se puede. No hay una salida reconciliatoria, enfermos mentales, aberrados y especuladores económicos del poder insisten en formular los remedios violentos y militares.
La reforma agraria que el presidente Carlos Lleras intentó impulsar fracasó por el error cometido, por ingenuo, al designar a Peñalosa director del Incora; ese fue el motivo que extendió y propició hasta hoy el conflicto social que la RRI quiere resolver, pero que los seguidores del Chalán del Ubérrimo y el pueblo ignorante y manipulado censura sin caer en cuenta que es la condena al progreso y a la Paz de Colombia.
Entre tanto, a nivel doméstico, Bogotá no avanza, el medio de transporte público sigue siendo un negocio y sus usuarios, uno pacientes pasajeros, como mansas ovejas siguen pensando que la culpa no es del alcalde gestor del Transmilenio sino de la condición geológica del suelo bogotano. Por eso, muy seguramente, la propuesta de revocar el mandato otorgado al “hijo del director del Incora” va a fracasar. El conformismo llevó a la ciudadanía a cambiar el metro por la bicicleta y los ancianos deben resignarse al maltrato del bus. ¡Qué diferencia con la suerte de los bonaerenses y su servicio público de transporte!
*Revolución y contrarrevolución en la Argentina. J.A. Ramos.