Por cuenta de un Estado depredador, ineficaz, negligente e irresponsable, Colombia mantiene un vergonzante lugar en ranking mundial de competitividad.
En productividad la situación es similar. En infraestructura todo por hacerse.
Urge un ejecutor, un gerente, un administrador, un líder convencido de que sí se puede y que es tiempo de no robarse más el presupuesto nacional.
Anestesiados por el efecto del sórdido proceso de paz con las Farc, en nuestra nación, sucede de todo y no ocurre nada.
Bálsamo del Nobel de Paz al Presidente Santos, distrae atención y camufla la crisis nacional.
Antídoto contra rampante corrupción adormece expectativa de los ciudadanos frente a sus necesidades prioritarias. Es como si al pueblo lo distrajeran con un espectáculo de noticias que impactan políticamente como estrategia para distraer.
Sucia política, clientelismo, favoritismo, carencia de prácticas de buen Gobierno, costosas influencias, beneficios y privilegios, corruptos y delincuentes acechando los dineros; decoran la comparsa nacional.
Mientras unos payasos del circo nacional estrenan cada semana comedia del saqueo a los dineros públicos, la Colombia olvidada, ignorada y explotada, sigue escribiendo su amarga historieta.
Salimos del estrés cotidiano de congestionadas ciudades, abandonamos el infierno de políticos y estafas, nos soltamos del caos del desempleo, la falta de ingreso, de vivienda, de salud y de educación, y entramos al blanco y negro del otro país, de la patria boba y burlada.
Foco de comunidad amplía dos escenarios: Colombia aún tiene caminos de trocha, herradura y autopistas de mentiras. Y niñas y niños a diario mueren de hambre y sed, en una criminal mortandad humana donde el Estado es testigo oculto.
Guajira, robada y saqueada, pisoteada por sucios políticos y peores funcionarios, ve morir sus gentes en medio de pobreza, miseria y dolor. En varias regiones se replican estas desgracias.
Entre Bogotá y obsoleto puerto de Buenaventura no hay autopistas, ni siquiera buenas carreteras. Camioneros y pasajeros continúan sufriendo el tedio, desolación e inseguridad de hace 50 años.
Obras civiles, construcción de buenas vías aún muy distantes.
Una grosería solo comparable a Bolivia o Haití, que transportadores de carga por carretera transiten entre cordilleras, pagando peajes descarados, fletes, combustibles muy costosos, en medio de viejas carreteras que el tiempo no olvida porque se las robaron los contratistas.
Un ejemplo: famosa y burlada doble calzada Bogotá-Girardot-Ibagué-Cajamarca-Calarcá- Buenaventura. No pudieron hacer el costoso Túnel de la Línea, tampoco viaductos ni dobles calzadas de cuarta generación, son de tercera.
Una larga pesadilla, trancones, congestión, baches, huecos, desniveles, inseguridad y ninguna presencia de policía ni ejército en tramos vitales para la movilidad nacional. Viajeros y empresarios expuestos a la mano de Dios.
Tenemos viejas cosas del siglo pasado. A paso de tortuga avanza nuestra reconversión. Nos transformamos como el cangrejo. Danza de billones para infraestructura no se compadece con precarias vías.
Convendría pedir recetas a Donald Trump y Rafael Correa. Tienen claro el concepto de transformación y modernidad. Dicen y lo hacen. Anuncian y cumplen. Ejecutan e inauguran, ofrecen menos.
Todo por hacer, nada que aprendemos.