Aún recuerdo, como si fuera ayer, cuando desempeñándome como Cónsul General de Colombia en New York, me tocó ambientar entre nuestra comunidad el tratado de libre comercio que Colombia había firmado con USA, convocándolos para solicitarle apoyo a los congresistas Demócratas de sus circuitos electorales, mediante emails y llamadas, ya que ese partido tiene amplia mayoría en el noreste de Estados Unidos.
Los congresistas en Norteamérica, como en todas partes debería suceder, se guían mucho por las opiniones que reciben de sus electores y era necesario contrarrestar la oleada de mensajes que los sindicatos también enviaban buscando el rechazo de dicho acuerdo comercial cuando este fuera puesto a su consideración. En aquel momento los Demócratas dominaban la Cámara de Representantes.
Para conseguir el apoyo de nuestra comunidad fue necesario exponer, en múltiples reuniones, los supuestos beneficios que para todos los colombianos traería el libre comercio.
Aparentemente, al subir el volumen de las exportaciones colombianas a EE.UU. crecerían también, no solo los beneficios para las empresas colombianas, sino que eventualmente muchos de nuestros connacionales podrían convertirse en representantes comerciales o intermediarios de dichos industriales. De paso, las mismas oportunidades se vislumbraban, explicábamos, en el flujo comercial creciente que suponíamos tendrían las importaciones.
Aparentemente con este tema se cumpliría cabalmente aquella frase del Presidente Kennedy, quien en su discurso inaugural sentenció: “Cuando la marea comercial sube, todos los barcos suben con ella”.
Debo reconocer la activa participación que muchos de nuestros líderes desarrollaron en esa cruzada, participaron muy activamente haciendo las solicitudes a sus congresistas; aunque hubo que esperar casi dos años a que el Partido Republicano volviera a ser mayoría para que el tratado fuera ratificado en el congreso.
Hoy, al hacer el balance del intercambio comercial con Norteamérica vemos que aquellas esperanzas y supuestos no se han cumplido cabalmente. Seguramente el precio del dólar no ayudó, pero lo cierto es que, a excepción del petróleo, dejamos sin desarrollar un activo crecimiento de nuestro intercambio comercial con USA.
A ningún emprendedor se le ocurrió, hasta ahora, por ejemplo, traer contenedores de cuartos traseros de pollo congelados, que casi los regalan, para montar una exitosa cadena de expendios de alitas y muslos, vendiéndolas baratas en los estratos 1, 2, 3 y 4. Creo que el éxito estaría asegurado.
De aquí para allá, ni siquiera las frutas, entre muchos otros productos, salen en las cantidades que imaginábamos años atrás.
Donald Trump, anuncia que revisará la política comercial de su país para evitar que por “exceso de generosidad”, sean los países que lograron firmar dichos acuerdos los que obtengan los mayores beneficios. Cosa que no ocurre en nuestro caso.
A lo mejor por ser tan pequeño el intercambio comercial que hoy mantenemos con ellos este TLC se salve pasando desapercibido.
Ojalá que para ser competitivos avance rápidamente la construcción de nuestra infraestructura
vial, pero, sobre todo, nuestros emprendedores y empresarios, entiendan y aprovechen las
oportunidades que ofrece el ancho mundo. El desarrollo económico no da más espera...