Escribir cada semana un artículo no deja de ser un compromiso al cual nos adherimos con gusto, todos aquellos que lo hacemos. Naturalmente el escoger el tema sobre el cual se va a escribir es un compromiso serio, entre otras curiosidades que no se puede ni se deben decir tonterías por escrito; pero es cierto que a veces no es tan fácil, porque bien parece que al momento de hablar, por ejemplo, bien se pueden decir tonterías sin trascendencia alguna, lo cual no debe ser posible al momento de escribir. Lo escrito admite rectificación o modificación, pero debe tratarse de que no suceda.
Debo recordar que hace unos cuantos años tuve la oportunidad de conversar con un pintor muy conocido por la calidad de sus cuadros que siempre tenía un grupo notable y numerosos de personas que iban a admirar su producción; éramos uno de los contertulios de esos encuentros y el motivo de preocupación o de pensamiento era qué movía al artista, el pintor, para inspirarse y trasladar al lienzo las cosas tan bien logradas de las cuales éramos admiradores. Sencillamente explicó a todos los neófitos presentes, que una vez tomaba la determinación de pintar y alistaba todo lo necesario para ello, la tela le iba diciendo qué y cómo debería pintar.
Buena parte de los presentes para nuestro fuero resultamos convencidos que el maestro pintor sencillamente se negaba a participar a los presentes lo que movía su entusiasmo para generar obras tan bonitas como todos admirábamos. Algo del estilo, nos sucede con la composición musical para lo cual debemos reconocer una total ineptitud. ¿Qué pasa por la mente de un artista que es capaz de producir obras para el gusto de los sentidos de sus congéneres? Qué bulle en los sentidos de quienes componen música es algo que me da en qué pensar con sentimiento, en buena parte de los casos, de una cierta complacencia no exenta de algo de envidia que no bajo definición psicológica de ese sentimiento como es el pesar del bien ajeno. Por el contrario, quién tiene la facultad de producir obras de arte es objeto de admiración pero nada de envidia.
En cierta manera quienes hemos optado por este compromiso de escribir, en lo posible nada de tonterías, una vez nos ubicamos al frente del computador o el ordenador como llaman en España a estos aparatos que nos facilitan tanto la vida, éste nos va diciendo sin pretensión alguna qué se debe escribir. No es sino sentarse al frente de él con el propósito de escribir y este aparato nos va “diciendo” qué, aunque algunas veces sean tonterías que gozan de la benevolencia de los lectores. Bien parece que hoy, aunque tratamos de no hacerlo, se está incumpliendo el propósito.
No podemos dejar de saludar a todos nuestros amables lectores y a todos los amigos también lectores suscriptores de EL NUEVO SIGLO, para desearles bienestar y salud en el próximo año de 2020.