Si solidaridad es responder a la ley natural, al bien común, aceptar que todos dependemos de los demás, como cuando reconocemos que la experiencia ajena es imprescindible para la supervivencia de la especie humana. De aquí que sí no aceptamos la importancia del “tapa bocas”, de mantener la distancia con los otros o de lavase las manos, como estrategia de prevención frente al coronavirus, estamos viendo que la irresponsabilidad de algunos tiene al mundo entre la espada y la pared.
Lo anterior confirma que hay quienes se creen dueños y señores de sus convicciones -sin soporte racional alguno- actuando según sus deseos desordenados. No han entendido que todos los seres humanos, sin excepción, dependemos de los logros de los demás y se creen los dueños de la verdad, desconociendo que la experiencia y el conocimiento de los antiguos son la gran riqueza de los de hoy. No ven que somos Imprescindibles para los demás: esto es la solidaridad. ¿Cómo sería el mundo sin plomeros, electricistas, mecánicos, políticos honestos, vecinos comedidos, médicos, carpinteros, sin familia, sin reconocer la sabiduría y experiencia de los sabios de la historia?
De aquí que conviene recordar que el alma humana -el intelecto y la voluntad- no son diferentes entre sí -aunque, casi iguales- el acto de conocer es anterior al acto de la voluntad: no se puede querer nada si antes no se ha conocido. Por otro lado, no se puede negar que nada tiene más poder que la voluntad, excepto la propia voluntad (aunque la voluntad precede al intento). ¿Qué es mejor querer el bien o conocer el bien? Porque querer el bien por sí mismo no es lo más importante, porque no es necesariamente bueno: querer el bien, buscarlo y hacerlo es lo bueno.
Además, la voluntad es más perfecta que la inteligencia, considerando que la corrupción de la voluntad es peor que a la corrupción de la inteligencia. ¿Qué es más grave odiar la verdad o no conocerla y no pensar en ella? Precisamente por la dignidad decisiva de nuestra voluntad: la responsabilidad de nuestras acciones es más grande. De esta manera, la fuerza más noble es la voluntad en razón a que es absoluta y engrandece a la persona humana.
Claramente, la fuerza más noble es la voluntad, la libre voluntad, que viene a ser el gran don que se encuentra en la verdad. No obstante, algunos aseguran que no es necesario buscar la libertad en la verdad. Como cuando buscan la libertad en ideologías manipuladoras, o en las campañas de mercadeo de baratillas. Siendo que no buscar el bien no es libertad, ni parte de la libertad, este desorden nada tiene que ver con la libertad en sí misma, todo lo contrario.
Este es el error que están promoviendo en todas partes y en todos los medios. El desorden no es una expresión de libertad verdadera, todo lo contrario, es imperfecto. La verdad es que lo que la Verdad -Dios- quiere. Siempre es razonable y acorde a la justicia. La libertad perfecta, se encuentra en infinito de Dios, y nunca es arbitraria, la vemos en ese Niño que nació en Belén y que hoy nace en nuestros corazones.