Escopolamina. Así es que el crimen se sale con la suya en Bogotá y como no, en diferentes lugares del país. Las victimas caen de manera fortuita y si es que despiertan, no recuerdan nada de lo sucedido. Con la conocida popularmente como “burundanga”, los maleantes, en este caso, sin discriminación de género, como tal vez alguna defensora radical del feminismo quisiera reivindicar, utilizan esta droga de diferentes formas para cometer cualquier delito. En algunos casos lleva a la muerte, sobre todo cuando se excede la dosis suministrada a la persona que luego será robada, violada, secuestrada, etc.
El nombre popular de “burundanga” tiene origen afrocubano y significa bebedizo o brebaje, siempre utilizada con perversas intenciones. Científicamente se conoce como “sumisión química” al efecto que proporciona esta vil sustancia. Esta misma, anula la voluntad, produce desinhibición y crea amnesia, por eso es la favorita de los deshumanizados. Los bandidos la proporcionan a la víctima en bebidas, por lo general alcohólicas, también haciendo que la persona la inhale o incluso ungiéndola de esta sustancia. Así día a día suceden todo tipos de crímenes en la capital del país y en las demás ciudades, al igual que en otros lugares del mundo.
Hernán Mejía, oriundo de Pereira, en la zona cafetera, quien residía en Bogotá y se desempeñaba como ejecutivo en una multinacional, es la nueva víctima mortal de la tenebrosa “tomasina” en el tradicional sector de Chapinero. Una víctima que debería conmover al país entero, al menos a la ciudad, pero que como ya estamos acostumbrados a esto y a más su nombre seguro no dice mucho ni hoy, ni tampoco tal vez mañana.
Y, entonces, ¿cuántas personas desaparecen al día en Bogotá? Pocos se lo preguntan, menos lo saben. Lo que sí se percibe es el miedo que recorre las sombras de los bogotanos y colombianos en general, que un día pueden salir de sus casas y no tener la certeza de si volverán.
Personas del común que no están armadas, y mucho menos escoltadas, amas de casa, trabajadores, pensionados, estudiantes y en general ciudadanos de a pie, que son víctimas potenciales cada instante más cerca de ser víctimas de un ilícito.
Da miedo salir de noche en Bogotá, eso se escucha. También que el Centro o Chapinero es peligroso, pero ¿qué de Cedritos, de Niza, de Unicentro, también de Chico y Rosales? Parece que no importa el lugar sino la suerte con la que se corra. A diferencia de lugares en el mundo en donde se puede salir a las 3 am sin miedo a ser vulnerado, nos encontramos con cada puesta de sol que pasa con mayor inseguridad en Bogotá y en la gran mayoría de ciudades del país.
¿Cuántas más cosas deben pasar para que suceda un verdadero cambio, y los bogotanos y colombianos en general se sientan seguros, sin temor y sin tanta zozobra? ¿Acaso son necesarios más casos como los de Hernán Mejía, para darnos cuenta de la situación tan delicada y terrible que existe? O, más bien, estos casos alimentan la tozudez, la negligencia e impunidad que permite las incontables réplicas de estos delitos. Esta descontrolada la situación y es evidente e innegable, así como la falta de interés de las autoridades y de la sociedad además de tan polarizada que está en que sea un día algo del pasado la criminalidad.
@rosenthaaldavid