Las personas no deberían sorprenderse cuando suceden acontecimientos que creen les deben suceder a otros. No deberíamos por lo tanto estar tan sorprendidos por lo que relata la prensa con respecto al Fiscal encargado de preservar, prevenir, proteger los bienes públicos y privados y desde luego cuando se incurre en faltas procurar el adecuado castigo para quienes que no tienen escrúpulo de clase alguna en propiciar, estimular, encubrir, en fin toda clase acciones tendientes a despojar con engaños mentiras convertidas en delitos, que generan acciones tendientes que sorprenden con estafas, disimulos, engaños y triquiñuelas a persona y entidades que a veces, por falta de vigilancia adecuada se convierten en víctimas. Pero si esos hechos son efectuados por gobernantes y gobernados, no es extraño que se pierda la confianza y se espere lo peor.
El señor ex fiscal, encargado de vigilar la corrupción, cayó de su alto cargo víctima de una de sus argucias como fue la de vender su señalada influencia en el manejo de las investigaciones que debía adelantar, como es digno pensar que ya lo había hecho en otras oportunidades, gracias a un señor que fue gobernador de uno de nuestros departamentos, Córdoba, si no estamos equivocados y que no se comportó como mandan las normas de buena conducta administrativa y gubernamental y por tal razón es objeto de investigaciones “serias” por parte del ente que estaba a cargo del protagonista de este comentario.
Los desafueros del gobernador son de índole, según dicen, muy seria lo cual dio lugar a que el señor ex fiscal ofreciera sus servicios, pero eso sí, debidamente remunerados. El gobernador huyendo de la justicia pretendía escaparse de la acción de ella, por lo menos temporalmente. Mientras se ocupaba en sus tareas, el funcionario anticorrupción lo contactó y le ofreció sus valiosos servicios a efectos de orientar las pesquisas en debida forma. Se juntaron el hambre con las ganas de comer, como dice la sabiduría popular. Uno que quería vender sus servicios y otro que los quería comprar.
Pero el cliente parece que resultó más vivo que el vendedor. Las conversaciones parar cerrar el trato fueron objeto de seguimiento con todos los cuidados de un avezado delincuente; las pretensiones del investigador fueron objeto de los arreglos correspondientes, forma de pago, anticipo, etc. Esos cuidados hecho públicos no le permitieron al ex fiscal anticorrupción escapar con la suya, como seguramente lo había hecho antes con sus investigados y cayó debidamente confeso. Cayó estrepitosamente con toda la vergüenza si es que le queda algo todavía.
No se sabe quién es más mala persona que el otro. El intento de compra de la justicia se realizó en territorio de Estados Unidos en donde se había refugiado el exgobernador Lyons, lo cual es de suponer da pie a que el ex fiscal sea solicitado en extradición y ésta solicitud sea aceptada. Sigue brillando la justicia, como prueba de ello es la satisfacción por las consecuencias de lo que ha sucedido.