La semana que acaba de terminar fue una de aquellas en las cuales el corazón de los colombianos no tuvo descanso por las emociones de una y otra naturaleza que los acontecimientos lo tuvieron digamos, ocupado.
El uno fue el fallecimiento del expresidente Belisario Betancur. Ya nos habían anunciado erróneamente veinticuatro horas antes que había fallecido; cuando se conoció la rectificación nos volvió el alma al cuerpo; fue un verdadero alivio de tranquilidad porque más o menos la semana anterior habíamos tenido la oportunidad de saludarnos y charlar en una ceremonia religiosa en la cual coincidimos; quien tuvo la ocasión de compartir con él momentos que siempre fueron muy gratos, se hacía cruces de verlo tan bien y saludable, a pesar de que del peso de los años nadie está exento.
Hablar de las virtudes de Belisario sí que es una tarea redundante, porque toda persona que lo trató tuvo la ocasión de apreciarlas y todo lo que se diga sobre el particular tiene que sobrar por sabidas. Personalmente quien lo trató tuvo que poder apreciar su bonhomía. Nunca se le vio de mal genio ni malhumorado. De todas las personas que lo rodeaban siempre se expresó muy bien; jamás le escucharon palabras disonantes lo que hacía sentir a sus interlocutores que eran como personas valiosas y dignas de consideraciones y aprecio. Quienes tuvimos la fortuna y el privilegio de ser sus enviados a otros países en misiones diplomáticas que tiene el país acreditadas en muchas partes del mundo, gozamos de su amistad y de su privilegiado consejo por su propio conducto o por el del canciller de la época Ramírez Ocampo; supo escoger a la persona indicada para desempeñar estas tareas de tanta responsabilidad como es el de ser la voz colombiana en el mundo.
Los colombianos tuvimos la oportunidad de expresar nuestro pesar por su desaparición no solamente por sus virtudes personales, que son las que más nos impresionaron, que lo hicieron un ser humano que representó con toda dignidad y sus aquilatadas virtudes colombianas, las cuales puso en práctica como gobernante, aunque como es proprio de toda tarea humana y aún más la de estar al frente de los destinos de la nación sigue siendo susceptible a la controversia y al análisis de todos los colombianos.
No todo en la semana fue de esta trascendencia e impacto; una de las buenas noticias fue el reconocimiento internacional a una muy querida compatriota Caterine Ibargüen que desde hace varios años se ha hecho conocida en todo el país por su actuación en las canchas de salto. Su origen modesto le agrega un “plus” a los logros que la hicieron merecedora a ser la atleta más destacada mundialmente. Además a sus proezas atléticas hay que agregarle su belleza y simpatía personales. El reconocimiento mundial que se le ha hecho no ha opacado su sencillez; creo que cuando se piense en quien ha sido el personaje colombiano del año su nombre tiene que figurar.