El primer llamado: La pandemia del covid-19 nos despertó de vivir en "modo inmortalidad". Nos dimos cuenta que somos igualmente vulnerables y efímeros.
El segundo llamado: seis horas sin redes sociales. Sonó para despertarnos de la adicción in crescendo al mundo digital, en el cual nos estamos comportando ante cada nuevo aviso de un mensaje en el celular, como autómatas entrenados.
Guardadas las proporciones entre los dos fenómenos, cada uno de estos campanazos nos retorna, aunque sea brevemente, a la conciencia de nosotros mismos. Durante esta abstinencia obligatoria de redes, algunos nos sentimos "liberados, plácidos, no dependientes" pero "extrañamente incomunicados". Al fin y al cabo, en pandemia las redes nos han proporcionado el espejismo del encuentro con el otro.
Decidí preguntar a un grupo amplio de personas de diferentes edades y disciplinas. ¿Cómo fue la experiencia de vivir sin redes? Logré identificar tres grupos: Los adictos que no sabían que lo eran hasta que se apagó la red; los que dependen de las redes para su trabajo, como médicos, emprendedores, estudiantes…. y los que aún no han generado ninguna dependencia y vivieron ajenos al apagón comunicativo.
Por ser los jóvenes la población más cercana al uso de las nuevas tecnologías, les comparto a mis lectores algunas de sus interesantes reflexiones:
"Me sentí muy chévere. Libre de preocupaciones. La verdad no me acordaba de lo que era vivir sin estar pegada al celular 24/7. Creo que eso es algo no tan cool que nos dejó la pandemia".
"Me ayudó mucho a concentrarme en la universidad y en mis tareas. Me di cuenta de que entro de manera automática a las aplicaciones demasiadas veces al día".
“Sentí un poco de ansiedad, pero después fue relajación total. Ojalá pase más seguido”
"Estuvo difícil al comienzo y me generó mucha ansiedad no entender el problema. Me hizo falta usar las redes y me encontré a mí misma entrando a las aplicaciones muy seguido a revisar si ya estaban sirviendo. A pesar de todo eso, estuvo bien. Pude usar mi tiempo para hacer cosas que probablemente no hubiera hecho si sirvieran las redes sociales y pude reflexionar sobre el impacto que aquellas tienen en mí. Quiero de ahora en adelante desconectarme más de esas aplicaciones y de las pantallas en general y encontrar otras formas de entretenerme y fuentes más saludables de serotonina".
“Fue extraño, tuve la sensación de estar incomunicada y alejada de los demás, pero al mismo tiempo me sentí tranquila”.
"Me sentí muy estresada. Me di cuenta que soy bastante adicta a las redes y aun sin ellas busqué cómo distraerme". "Estuve más productivo".
"Me sentí más tranquila y menos estresada".
"Aunque al principio fue traumático, al final del día lo tomé como algo que me permitió tener un espacio distinto e inusual, en el que tuve una tranquilidad absoluta".
"Fue una experiencia extraña porque de alguna forma sentí que el mundo se pausó por unas horas. Sentí que la comunicación entre las personas se detuvo casi por completo porque, las redes parecen ser la única posibilidad de interacción con otros en la actualidad. Me conecté más con quienes estaban a mi lado”.
Todos coincidieron en una reacción inicial de ansiedad que evolucionó hacia estados de serenidad, más concentración y sensación de libertad.
¿Necesitamos más llamados para despertar?
@DianaSoGiraldo