Tenemos varias hipótesis para analizar este último cruento ataque perpetrado a una patrulla de policía. Una, el interés del narcotráfico de contar con vías expeditas para mover los cargamentos de droga, fortaleciendo rutas de tiempos pretéritos o abriendo nuevos destinos, y otra, dirigida a las disidencias de las Farc, que, ante la posible negociación de paz con el gobierno, pretenden llegar a una mesa negociadora fuertes y pujantes.
Para despejar un poco esta incógnita, es necesario contar con el resultado de las investigaciones adelantadas por las autoridades correspondientes, pero no obstante el corolario, podemos dar por descontado, que este es un golpe despiadado a la fuerza pública, con un mensaje de poder y capacidad de acción bélica para el gobierno.
Fue tan contundente el ataque a la patrulla policial, que el señor presidente Gustavo Petro al enterarse del incidente, lo rechazó de tajo calificándolo como atentado y saboteo a su proyecto de paz total, ordenando a los comandantes de la fuerza pública y demás autoridades vinculadas con las investigaciones y operaciones militares, tomar todas las medidas necesarias para dar con el paradero de los actores y dejar, en el menor tiempo posible, aclarado tanto el móvil como los responsables y el objeto del aleve embate.
Seguimos aportando victimas al conflicto armando que vive nuestra patria, pues es doloroso que un grupo de unidades policiales que retornaban a su cuartel, ubicado en San Luis, corregimiento de Neiva, luego de asistir por orden superior a un acto organizado en bienestar social del departamento, a bordo de una camioneta de la institución dedicada a actividades administrativas, sean víctimas de una agresión con explosivos de esa capacidad, máxime cuando estas unidades combinadas entre auxiliares bachilleres, patrulleros e intendentes no cumplían actividades propias del servicio policial de vigilancia o control. Por el contrario, recibían refuerzos profesionales capacitándose en relaciones con la ciudadanía y estrategias de cercanía comunitaria. Solo un auxiliar logró, sin explicación lógica, escapar herido de tan tamaño ataque.
Es saludable aclarar que esta región del departamento del Huila en los últimos tiempos gozaba de una paz y tranquilidad propia de ese sector, por lo tanto debemos reconocer que los armados ilegales tienen capacidad de hacer presencia en cualquier parte del territorio patrio, demostrando movilidad y capacidad bélica, al usar explosivos y luego atacar con armas de largo alcance a los hombres caídos en el atentado.
Este teatro de violencia nos da pie para recomendar al primer mandatario de los colombianos y a su ministro de Defensa adelantar un análisis muy pormenorizado y convocar al solicitado debate profesionalmente diseñado, para estudiar la conveniencia estratégica, geográfica, operativa y negociadora por la paz, de separar la Policía Nacional de la égida del señor ministro de la Defensa. Enterramos nuestros muertos, pero nunca nuestro dolor.