No hay sorpresas. Jesús Santrich no se presentó al llamado a indagatoria que le hizo la Corte Suprema, pero si aumentaron los sentimientos de estupor, vergüenza, desencanto, desconfianza y tristeza...ante la confirmación de la burla que significa la plantada anunciada de Jesús Santrich a la justicia. La misma que no lo consideró peligroso para la sociedad y le dejó abiertas todas las ventanas jurídicas de escape. Esa fue la que se quedó plantada esperándolo el 9 de julio. Y como novia engañada, ahora sí, la Corte Suprema le dictó orden de captura con fines de indagatoria, en el marco de la investigación que le sigue por narcotráfico, cuando él ya va lejos.
El caso Santrich nos debe llevar a una reflexión de fondo: Si por cuenta del posible retorno de Santrich a la ilegalidad se llegara a recrudecer la violencia ¿De quién sería la responsabilidad? ¿Quién le retornará la cuestionada credibilidad a la Justicia? Más allá de la polarización y del debate electoral simplista e ideologizado, lo sucedido con Santrich, con Márquez, con el Paisa ¿no nos obliga a una revisión del equilibrio que debe existir entre los Acuerdos y la administración de Justicia?
No se le puede echar tierra a este vergonzoso episodio, como pretenden algunos interesados, quiénes hábilmente, buscan silenciar el tema Santrich. Todos los que contribuyeron a rodearlo de hipergarantías, pretenden que no opinemos, que nos quedemos callados. Acaso no se dan cuenta que Santrich fue convertido en figura de primer nivel porque los defensores a ultranza del proceso lo "endiosaron", lo protegieron y después, llevados por sus pasiones ideológicas, perdieron la objetividad y terminaron justificando lo injustificable. Haciendo malabares para sanear la posible comisión del delito de narcotráfico posterior a la firma de los acuerdos. Esa posición le hizo más daño al proceso de paz que los ataques de la oposición. Porque ese coro no respetó lo acordado, al rodear de impunidad a quién desconocía lo pactado y desafiaba al país y a los propios.
Para quienes menospreciaron y satanizaron la justa indignación del país, sería más honesto reconocer que se equivocaron, en vez de desviar ahora, a toda costa, la atención.
¿Por qué indigna tanto el caso Santrich? Porque él encarnó lo que tanto duele a la mayoría de los colombianos que no tienen acceso a la Justicia: que se privilegiara con impunidad y exceso de garantías a quién desde el principio del proceso desafió, ironizó y se burló del estado de derecho. A quien no mostró un mínimo de arrepentimiento. A quién despreció a sus víctimas.
Qué tal que a un lector desprevenido de la Constitución se le ocurra repasarla y encuentre que uno de sus principios fundamentales es la igualad. Y con perdón de los juristas, uno de los más fundamentales entre los fundamentales, eje de la democracia y razón de ser de nuestras instituciones, y pida que en virtud de la supremacía de la Constitución se le de tratamiento igual al de Santrich a todos los demás reos de procesos penales.
Ojalá estos traspiés lo convierta la justicia en una oportunidad para enderezar su rumbo, deslindarse definitivamente del debate político y recuperar la confianza de los ciudadanos.