Santos y su política de contentillo para todos
Juan Manuel Santos llegó al gobierno con una estrategia populista y peligrosa, creyendo que dando contentillo a todo el mundo tendría mayor gobernabilidad y popularidad, pero la realidad le ha demostrado que se ha quedado sin el pan y sin el queso.
Al plantear la creación de la Unidad Nacional, pretendió echarse a todos los partidos al bolsillo, llegando a controlar cerca del 95 por ciento del Congreso, repartiendo una buena dosis de mermelada que mantuviera a los parlamentarios de su lado para la aprobación de sus proyectos. Pero nunca previó su insaciable apetito burocrático ni tuvo en cuenta lo desagradecido que puede llegar a ser un congresista a quien le quitan sus puestos o simplemente no le dan más.
Quiso hacer una reforma a la educación, que era necesaria para aumentar cobertura y calidad, pero tan pronto salieron Fecode y unos estudiantes a tirar piedra, reculó. Queriendo dejarlos contentos, y por su permanente temor a las encuestas, prefirió mantener el statu quo de las cosas, invitando a todo el mundo a opinar, la mejor fórmula para no hacer nada.
Propuso una reforma a la justicia, también fundamental, pero congresistas y funcionarios de la rama, entre ellos jueces y magistrados, aprovecharon para sacar su tajada, con la anuencia del Gobierno. Tan pronto los ciudadanos, y unos pocos parlamentarios, reaccionaron ante los abusos, el Presidente decidió recular. Lavándose las manos, y antes que corregir la situación, desistió de reformar.
Quiso hacer una reforma agraria, a través de la Ley de tierras, y ahí tiene los paros campesinos. No ha logrado satisfacer ni a empresarios del sector agrario ni a los pequeños propietarios.
Promovió una reforma al fuero penal militar y dejo aburridos tanto a los militares como a Vivanco, a Baltasar Garzón y al Alvear Restrepo. Decidió desmarcarse de Uribe para satisfacer a la izquierda y se quedó sin Uribe y sin la izquierda.
Ahora nos tiene embarcados en un proceso de paz que no satisface ni a víctimas ni a victimarios, pero como en todas sus irresponsables apuestas, los colombianos pagaremos el costo de la paz para seguir con la violencia.
Santos creyó que la Tercera Vía era la fórmula del agua tibia, que dejaría contento a todo el mundo, pero se equivocó y las encuestas se lo han demostrando. No ha logrado satisfacer a nadie por intentar satisfacer a todo el mundo. Creyó qué saldría triunfante, pero esa no es una estrategia sostenible y mucho menos responsable. Santos perdió su popularidad y su gobernabilidad, pero los colombianos nos quedamos sin las reformas habiendo pagado el costo de las mismas.
Ojalá, y al no tener popularidad que cuidar, decida hacer reformas y gobernar por el bien del país, no basado en cálculos reeleccionistas que debería entender, ya son lejanos.
*Profesor Universidad Sergio Arboleda