Toma de posesión
Para las elecciones presidenciales de 2010 voté en blanco porque el estilo del Dr. Santos no me gustaba. A pesar del aval del presidente Uribe y de sus buenas ejecutorias tanto en los gobiernos Uribe y Pastrana, el estilo, la forma y los ademanes de entender y encarar el liderazgo político no me gustaban y me siguen sin gustar.
Pero tampoco soy anti-santista porque no soy apocalíptico. Por lo mismo y por lo tanto, es hora de volver a desear desde esta líneas, éxitos y buen remar al Presidente de la República y a todo su equipo de gobierno.
Es de anotar, empero, que gobiernos pusilánimes como el actual sólo subsisten en momentos de vacas gordas, de prosperidad y de relativa riqueza. El Dr. Santos lo tiene todo en su haber: más del 95% de los medios de comunicación; estabilidad macroeconómica heredada de los gobiernos Pastrana y Uribe; la academia, casi toda; los intelectuales, en su gran mayoría y, salvo el Centro Democrático y el Ministerio Público, el establecimiento postrado a sus pies, encabezado por un Congreso mayoritario y una rama judicial arrodillada. Todo lo cual, por supuesto, me preocupa. No tanto el unanimismo, que no siempre es nocivo, sino el revanchismo, el odio y el ataque ramplón y mortífero.
Los debates personalistas y extemporáneos contra el gobierno Uribe en el Parlamento, poco o nada me intranquilizan pero sí las órdenes que desde Palacio le puedan impartir al Fiscal General de la Nación y a la Corte Suprema de Justicia en torno de medidas de captura, apertura de procesos y providencias en contra de los alfiles uribistas.
El estilo de gobierno de Santos no es ni franco ni trasparente a pesar de que su gabinete está compuesto, en su gran medida, por gente intachable, preparadísima. Es ese estilo cobarde el que subyace al verdadero poder y el que, como dicen los deportistas, “Va por todo”.
Santos tomará posesión literal del Estado. Todo está bajo su mando y control. Nada se le escapa, todo se inclina ante él, ninguno por convicción, muchos por conveniencia y casi todos por temor a ser enjuiciados. Desde la Constitución de 1991 nunca habíamos visto tanta concentración de poder en un país tan dividido y tan ideológicamente identificable.
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI