La matanza venezolana
¿Hasta cuándo Maduro abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar tantas injusticias, muertes, expropiaciones y tiránicas conductas? ¿Hasta cuándo nos obligarás a escribir columnas de opinión en favor de la democracia, la recta y honorable administración de la cosa pública y el respeto a la ley?
La única cosa más terrible que el chavismo es el chavismo sin Chávez. Los regímenes tiránicos, cuando son populistas, subsisten únicamente por la existencia del caudillo y cuando éste no está lo que queda es la escoria y el putrefacto olor que se ha dejado representado en lacayos inservibles e ineptos.
Cuando la situación aparece ingobernable sólo resta hacer uso de la violencia, y de la más extrema, pues su intelecto y roce espiritual siempre queda corto, bajito, ínfimo para hacer frente a los desastres por ellos mismos consumados.
Eso es lo que tristemente ha sucedido en Venezuela y lo que me temo, continuará sucediendo. Son hechos, todos ellos, tan terribles que para cualquier persona de altura media intelectual le es difícil comentar pero, por sobre todo, le es imposible callar.
Los terroríficos hechos penden del hilo de la pusilanimidad internacional. Especialmente la de débiles y corrompidos gobiernos que ven en las tiranías de izquierda factor legitimador, como si una vertiente política de pensamiento pudiese servir de escudo y pasaporte para acribillar personas, secuestrar agentes de la oposición o matar empresarios que creen en la libre competencia y en la libertad de iniciativa. Nadie escapa: allí están las madres embarazadas atropelladas por leales tropas puestas al servicio de la opresión, y en el caso venezolano, de la mafia y los indecentes negocios. Allí yacen muertos en el suelo los estudiantes cuya vitalidad y ansia de existencia desaparece con el disparo de la tiranía pues en Venezuela y Cuba es más barato un disparo a quemarropa que un desgastador debate con el pueblo que demanda lo básico.
Allí está el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y la exsenadora Piedad Córdoba y los jefes de Estado que recurrentemente visitan Cuba, y los Kirchner en Argentina, y los Correa en Ecuador y los Castro en Cuba y los Morales en Bolivia y, por supuesto, no podían faltar los sandinistas de Nicaragua, amasando las manos en gesto de felicitad y jolgorio por la muerte de civiles que lo único que quieren -ya no digo que es la libertad de expresión y culto, ni la democracia, ni la libertad de empresa- sino, al punto, poder comer lo mínimo y lo básico y poder vivir sin temor a que los asesinen.
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI