ESQUINA AZUL
El costo de la paz
Siguiendo las enseñanzas de don José Ortega y Gasset tenemos que concluir que la circunstancia histórica nos llevó a negociar con los terroristas. Esa fue nuestra circunstancia de vida, esa fue nuestra herencia. Y ello está bien, todos los colombianos y colombianas de bien lo respaldamos y celebramos y somos conscientes de que eso tiene un precio, de que las negociaciones implican un precio, de que la “paz” tiene un precio, al fin de cuentas y como decía Wilde, por estas tierras “se conoce el precio de todo y el valor de nada”.
No obstante, la cuestión es ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar y pagar por “la paz”? Ello dependerá, por supuesto, de lo que entendamos por paz. Y como quiera que no se nos ha explicado de qué paz estamos hablando cuando hacemos exhaustiva defensa de ella, no sabemos cuánto nos vale, cuánto nos va a valer, ni cuanto estamos dispuestos a pagar.
Si la “paz” es el progreso, el desarrollo integral, la cohesión social total, la eliminación de la miseria y de la pobreza, el precio, como es elemental, será muy alto. Pero si como lo defiende el senador Roy Barreras o el representante Rodrigo Lara, la “paz” es la ausencia de conflicto armado, de muertes y de atentados y secuestros, la “paz” nos debería costar menos cuando ese precio aún sea considerable.
Pero si la “paz” es el desmonte del letrero Farc, como es lo que realmente se está negociando, (cosa que es de por sí plausible y loable), el precio debería ser, en estricta justicia social, muchísimo menor.
Entre los entendidos se tiene por sentado que con los acuerdos de La Habana, -de ser el caso que se negocien y que se refrenden-, no alcanzaremos el desarrollo integral y equitativo que tanto se enarbola puesto que el progreso no se hace por decreto, ni siquiera mediante reforma constitucional. Tampoco se acabará la violencia pues el fenómeno de las Bacrim nos perseguirá hasta que exterminemos el millonario negocio de la droga y por cuanto la descentralización y ruralización del conflicto armado son evidentes. Lo que sí lograremos es, en el mejor de los casos, comprar el letrero de la mayor fuerza irregular, terrorista y pavorosa de la historia humana y eso, repito, es de por sí importante.
Empero, lo que no se puede permitir es que se nos haga pagar el letrero Farc como si con ello se lograra el tan anhelado desarrollo social, se acabe la violencia en Colombia o se experimente una completa y total reparación de las víctimas, se conozca la verdad material del conflicto y se extermine cualquier forma de lucha armada.
Para que el proceso de paz sea exitoso urge definir como nación qué “paz” estamos buscando así como cuánto estamos dispuestos a pagar por ella.
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI