RODRIGO POMBO | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Abril de 2013

¿Y, cuánto vale el letrero?

 

Sabido  y confesado por nuestro Presidente está. La visión de este Gobierno (y la respeto) es la de una paz escalonada, por pasos, que inicie con la compra del letrero de las Farc y termine, quien sabe cuándo y cómo, con la estabilidad social de los y las colombianas.

Insisto: no la comparto, pero la respeto. Y lo hago por el hecho de haber votado en blanco en la segunda vuelta. Hallo toda la razón a los uribistas que votaron por el Dr. Santos y que hoy se sienten defraudados: el conejo histórico fue inmarcesible. Ellos están bravos, yo no, yo estoy preocupado.

Esa paz que nos han venido imponiendo desde el presidente Betancur cuesta, y mucho. Por lo mismo es legítimo preguntarse: cuánto nos costará el letrero de las Farc en esta ocasión?

Hoy veo con notable preocupación que el proceso cuesta mucho más que la desmoralización de las tropas, la segregación social, la carestía de la verdad que demanda cualquier proceso de esta naturaleza, que continúan los secuestros, extorsiones, matanzas, minas antipersonales y los crímenes siguen en aumento. 

El pasado 9 de abril el Estado burocrático, por orden presidencial, se paralizó. El mandato fue contundente: a pesar de que supuestamente fue una marcha de la sociedad civil, todo funcionario “libremente” debió salir a marchar por la paz, a legitimar un proceso oculto, realizado con relativo éxito a espaldas del pueblo y que, tal vez por ello, cuenta con ninguna legitimidad de base.

Los periodistas (casi todos) están felices pues no ocultan su tendencia ideológica. Los de la Marcha patriótica lo mismo, Gustavo Petro prefirió aguantar sol a trabajar por una derruida ciudad. Éste, también, declaró el día cívico porque para ellos la paz es inacción, es no salir a trabajar, se construye desde la pereza y a costa de los impuestos de la gente.

Por mi parte, confieso que no solamente no salí a marchar sino que lo hice de manera consciente y verdaderamente libre como ciudadano que soy. Pero sí me preocupó mucho que desde palacio, como en los buenos tiempos del estalinismo venezolano, se impartan órdenes de “Estado” para cuanto servidor público exista con el objetivo de legitimar un proceso de Gobierno, unas banderas de gobierno, una política de gobierno, que no de Estado.

No creo que el poder gubernamental deba servir a los propósitos de un gobierno de turno a costa de la cohesión patria y mucho menos cuando ello implica enormes costes que salen, en últimas, de nuestro bolsillo.

*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI