MIRADA AL VECINDARIO
Política exterior peruana
“Hay que afianzar con hechos el compromiso con los principios”
EL presidente Ollanta Humala tiene la gran oportunidad de diferenciar su política exterior de otros gobiernos, impregnándola de directrices éticas y morales que prestigiarán su administración y que serán ejemplo para otras Cancillerías, aprovechando la oportunidad que ha nombrado como ministro de Relaciones Exteriores a un diplomático de carrera y distinguido como el embajador Gonzalo Gutiérrez Reinel.
Esta refundación, que de ninguna manera minimiza la tradición diplomática peruana, tendría como objetivo de paz contribuir a la estabilidad de la región, como por ejemplo, el rifirrafe entre Bolivia y Chile, en el que el Perú puede ayudar acelerando se concrete “Boliviamar”.
Al respecto, el canciller Gutiérrez dijo que entre sus prioridades se encuentra la relación regional: “quiero que Perú sea una potencia regional emergente”. El liderazgo que se busca ayudaría a la paz.
De otro lado, se debe continuar defendiendo la vida, oponiéndose al boicot contra Cuba. Todo tipo de aislamiento económico no afecta a los gobiernos sino al pueblo que sufre las consecuencias directamente.
Extraña que el Perú recientemente haya votado en Ginebra por la abstención a la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas de “Protección de la Familia”, que reconoce a la familia como el núcleo “natural y fundamental de la sociedad, y tiene derecho a la protección por parte de la sociedad y el Estado”. Es necesaria una explicación.
El teólogo Hans Küng mencionaba que el Estado debe defender una política exterior en que el poder se pone al servicio de la paz. ¿Tiene el Perú el poder de hacerlo? En mi concepto sí, votando por la justicia y la verdad en las resoluciones de la ONU, en los organismos multilaterales y otras organizaciones internacionales. Más aun, procurando el liderazgo propugnado por el embajador Gutiérrez y que permitirá con más de un grano de arena a la gobernabilidad mundial.
Ese liderazgo debe estar sumergido en la promoción de la democracia y la integración, el respeto a los derechos humanos, la cooperación y la voluntad para la resolución de los conflictos. Se deben cultivar las relaciones sinceras y adheridas al derecho internacional, dar muestras de amistad, desterrar la desconfianza, negociar con caballerosidad y buena fe, proscribir la “realpolitik” en la que se ceden principios, basándose en intereses prácticos, sin importar la ética o los valores. ¿Es quimérico lo que menciono? Acaso ¿no se puede sembrar y actuar con ética?
Se debe afianzar con hechos el tradicional compromiso con los principios internacionales, como el de la autodeterminación de los pueblos y el apego a la legalidad. La Cancillería debe, por ejemplo, materializar la promesa del presidente Ollanta Humala, incluida en el Plan de Gobierno de Gana Perú, de restablecer las relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática. El reconocimiento a la nación saharaui diferenciaría otras gestiones, dando mayor prestigio por el apoyo explícito y de justicia a pueblos oprimidos.
Si el Perú quiere ser neutral en el conflicto, como tanto se menciona, debe permitir la instalación de la embajada saharaui para que esté a la par con la marroquí, como sucede en México, Sudáfrica, Argelia, entre otros países. Esta sería una verdadera neutralidad y equilibrio.