El inestable Pakistán
Pakistán nace como república independiente después de la liberación india de la metrópoli inglesa. Apenas supera los 60 años de autonomía. Con más de 170 millones de habitantes, es el sexto país más poblado de la Tierra. El Islam es creencia de una inmensa mayoría. Limita con China, India, Afganistán, Irán y el Océano Índico, ¡Que tal la vecindad!
Esta lejana nación, considerada la segunda economía del sur de Asia, con un crecimiento importante en las últimas décadas, atrae hoy la atención del Pentágono en virtud de una creciente vinculación con el terrorismo internacional. Los dos últimos líderes de Al Qaeda, Osama Ben Laden y el libio Atiyah Abdel Rahman, fueron dados de baja en Pakistán, no como era de esperarse en Afganistán, donde Estados Unidos tiene desplazados miles de soldados.
Un caso nuevo. Faisal Shahzad, el terrorista condenado a cadena perpetua por el intento de explotar una bomba en Times Square, New York, en mayo de 2010, encontró refugio en su natal Pakistán. Él había sido entrenado allá en la preparación de artefactos explosivos.
La Fundación New América afirma que hasta el año pasado habían ocurrido 269 ataques norteamericanos con misiles en suelo pakistaní, de ellos 56 en 2011. Se calcula que han muerto 2.000 personas, 80% terroristas afectos al movimiento talibán afgano o de Al Qaeda y 20% de población civil.
Ambas operaciones se hicieron sin permiso ni conocimiento del gobierno de Islamabad. He ahí la diferencia entre el poder de un imperio y la debilidad de una nación como Colombia, sometida a escarnio continental por la baja de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano.
Pervez Musharraf es su presidente-dictador, al estilo de muchos colegas árabes: desde 1999 se ha hecho reelegir y controla a la nación. Era un dilecto amigo de Estados Unidos, pero los hechos recientes lo han alejado de Washington, que ahora lo presiona para que abandone el cargo y dé paso a una renovación política trascendente.
Las relaciones entre Pakistán y Estados Unidos se han deteriorado. Al punto, que el Congreso norteamericano ha pedido se revise la ayuda que por US$ 7.500 millones se otorgó a Pakistán para la lucha antiterrorista y antiguerrillera. El hecho de haber permanecido Ben Laden durante años en una zona de clase alta y fuertemente militarizada puso a pensar a Estados Unidos sobre la destinación de esos recursos y la lealtad del régimen “amigo”.
La duda mayor está en el sistema judicial. En un informe oficial, Washington afirma que la justicia pakistaní no es capaz de juzgar a los criminales, subversivos y terroristas que se le entregan. Es una organización para exonerarlos, los jueces no pueden librarse del temor sobre sus vidas por las amenazas reales que reciben.
Un país en ebullición. Un centro de terrorismo internacional islámico que preocupa hondamente a Occidente.