DE cara a las próximas contiendas electorales para alcaldías y gobernaciones es preciso que la política se reinvente o desaparezca.
La política cotidiana, la de hoy, la misma de ayer, se repiensa, o mejor que acabe.
Hay un fastidio en el recuerdo y presente de ciudadanos frente a líderes políticos, jefes, manzanillos, gamonales o barones electorales.
Al político de pueblo lo ligan con corrupción.
A la política nacional la vinculan con crisis.
A toldas partidistas las relacionan con atraso.
A movimientos de izquierda, derecha y centro, los identifican con atraso.
La percepción del colombiano común, el del salario mínimo, el del jornal, el desempleado y desamparado, es que al país se lo `come` la politiquería.
Jóvenes estudiantes, desertores de colegios y universidades, emprendedores y los de economía naranja, estiman que progreso y político riñen.
Suficiente pentagrama social para no salir rápido a repensar la política.
Bastante evidencia social para no apurar salida del atolladero político.
Comunidad apuesta a que corrupción se alimenta en alto contenido de la política.
Indispensable cambiar ese rostro sucio y manchado del político que espanta.
Como muchos otros lunares malignos que es preciso extirpar, la nación urge replantearse en varias áreas, o seguir a la deriva.
O se repiensa lo cotidiano, o se agita el cañaveral con ahogados río abajo.
La política por estos días no es menos desacreditada que hace una década.
Sí ha habido renovación, pero de personas, no de costumbres políticas.
Abundan malas prácticas en acontecer político, dentro y fuera del Congreso de la República.
Clase dirigente, nacional y regional, no son dignas de crédito. Contadas excepciones.
Sin remezón que haga sacudir fibras de la política, sus partidos, creencias y rutinarias doctrinas, a partidos y movimientos les llegó su última hora.
Es crítica la falta de credibilidad del político y de la política.
Líderes en el parlamento, concejos y asambleas no son de fiar, no son dignos de crédito, raras excepciones.
América Latina carece de honor en sus políticos, y Colombia, no escapa.
La región está en el radar de la corrupción debido a una clase dirigente que no dirige ni genera confianza.
Lo de Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina y México, es la evidencia de un mundillo podrido y hediondo de política ambiciosa y sedienta de poder.
Los más recientes eventos de sometimiento, corrupción, engaño y trampa, pasan por el apetito voraz de la política primitiva.
Si Colombia quiere nuevo aire político, inevitable que ayudemos a renovar feas costumbres que contaminan ambiente nacional.
Hace 50 años la política es una fábrica de componendas que no se transforma.
Por décadas, políticos han hecho lo que les viene en gana. Sus electores poco o nada cuentan.
Buenos estadistas, presidenciales, insobornables, los que no transaban principios ni negociaban con la mafia, están fuera del ‘estadio’ o los mataron.