Pasar por un escáner la presentación y el debate del cambio al modelo y el sistema de salud en Colombia, en comparación con otros procesos recientes de aprobación de reformas en América Latina, que tocan el statu quo, puede dar luces sobre la debilidad de una propuesta que en el país se pretende imponer con tirabuzón. Es el caso de las reformas educativa y pensional logradas en el gobierno vigente del presidente Luis Lacalle Pou de Uruguay.
El método, la acción política, en este caso, son determinantes y se puede ver la fragilidad del proceso. Hay un país convencido de la necesidad de mejorar, especialmente el problema financiero y la calidad de la atención del sistema, pero también muy dubitativo y contrariado en querer un revolcón y partida de cero.
En alocución del presidente Lacalle se esgrime un proceso de debate muy distinto. Coinciden en ser un compromiso de campaña. Es decir, estábamos advertidos, pero por reconocer la necesidad de mejoras en el sistema. Sin embargo, el proceso en Uruguay, para el ejemplo de la aprobación de la reforma pensional, se plasma una primera etapa, muy importante, que fue someter su consideración a una comisión de expertos, anclada en la ley marco, que dio el inicio de su gobierno, la Ley de Urgente Consideración, la LUC.
El sistema político uruguayo aceptó dar primacía a quienes tenían una amplia comprensión en la materia. Así la comisión de expertos dio unas recomendaciones, incluyendo personas de distintas ideologías, académicos y los versados de diferentes sectores y generó un informe de conocimiento público -aunque en su momento no lo avaló la oposición-. En Colombia ha costado demasiado que el gobierno escuche y acepte las proposiciones y distintas posiciones a las suyas y menos las de los dolientes del sistema, hasta llegar prácticamente a la negación.
El presidente Lacalle insistía en unas reformas atadas a un objeto de sostenibilidad, capaces de perdurar en el tiempo y especialmente sentadas en la confianza, el consentimiento y la cohesión social. Sin ellas, no puede haber un buen augurio. La propuesta de reforma al sistema de salud en Colombia más bien ha generado una gran incertidumbre, una carrera de cirugías, controles y tratamientos; un temor al retroceso y está lejos de lograr integrar a la sociedad en pro de la reforma así planteada.
El presidente Lacalle contó con una coalición fuerte sin desconocer a la oposición. En el caso colombiano es muy posible que cuando el proyecto de reforma entre a debate del Senado de la República, este sea mucho más duro. Los congresistas simplemente no pueden votar en contra del sentir nacional, ni siquiera quienes fueron de coalición de gobierno en sus primeros días.
En el fondo se debería comenzar por el principio: hasta dónde el pueblo colombiano quiere una reforma del sistema de salud. Como siempre, dejar pasar el tiempo puede ser grave por no tocar con urgencia los efectos financieros adversos para el sistema. Básico es identificar el desacuerdo, separarlo, bajar la terquedad y avanzar en los acuerdos: reestructurar la fórmula financiera y la prevención, como muestra.
Más vale un discurso con acciones concretas; a veces dejar huella es quedarse mucho en un lugar y no andar, como dice el presidente Luis Lacalle Pou. El problema es pretender una reforma, de esta magnitud, ajena a la cohesión social y política.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI