Reducir el analfabetismo | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Agosto de 2019

La lectura siendo una de las grandes distracciones, digamos obligaciones, que tenemos quienes hemos aprendido la fortuna de aprender a leer y a escribir; suele ser una disciplina que nos tratan de incorporar a la mente en los colegios; las universidades en las diversas disciplinas que en ellas se estudian, también suelen ser patios de estudios de textos escritos pues a través de ellos quienes se han adelantado en los asuntos propios de la profesión que se quiere atediar, en la cual deseamos ser conocedores y doctos somos lectores obligados de todo lo que se escribe sobre lo que queremos aprender. Esa es una manera de poder ejercer la condición de personas alfabetas.

Pero la universalidad de los que quieren aprender, que  lo que se proponen los centros educativos, como su nombre lo indica, obliga a los estudiantes a conocer y a la universidad a impartir conocimientos que hagan de los egresados personas que conocen el mundo que los rodea. El haber cursado estudios en una universidad de amplio espectro debe darle al egresado elementos básicos no solamente lo suficientemente amplio en asuntos propios de su profesión, sino sobre la universalidad de la cultura. En otras palabras de hacerlo consiente del mundo en el cual va a ejercer su profesión. Parece que eso no lo ejercen todos los establecimientos de educación superior, pero al menos deben dejarle conocer al estudiante la importancia de ellos para que por su propia cuenta y disciplina sepan en qué país se está viviendo.

Aunque las publicaciones periódicas que recogen la actividad de los asuntos nacionales son muy importantes, no deben distraer la atención de los ciudadanos sobre otros temas que son placer del espíritu y de la cultura. Por algo Bogotá fue denominada a finales del siglo por un conocido científico y escritor argentino, Miguel Cané, como la Atenas Suramericana al hacer referencia a la gran cantidad de librerías de Bogotá. No se conocen las estadísticas actuales, pero lo cierto es que estos establecimientos no dejan de dar la cara en materia del hábito de lectura en la capital, de suerte la denominación de la cual fue objeto hace más de un siglo, aún permanece.

Los que saben de estos temas no son muy optimistas por el numero de libros dicen que lee anualmente cada colombiano, pero otra tal vez pueden decir las librerías existentes pueden estar de acurdo con el calificativo mencionado. Sería deseable que la lectura de los libros fuera una disciplina mucho más acendrada en el espíritu de los lectores colombianos. Pero para eso tendríamos que estar seguros que la disminución del índice de analfabetismo debe ser un propósito nacional. Algunos estudiosos han llegado a la conclusión de que lo que se aprende a ciertas edades del ser humano, jamás se pierde. Debemos reducir el analfabetismo. Sin conocer el proyecto de presupuesto posiblemente ha tenido este propósito. Todos debemos estar empeñados en ello.