Es bien conocida la frase de Colbert, el famoso ministro de finanzas de Luis XIV: “El arte de la buena tributación consiste en arrancar la mayor cantidad de plumas al ganso con los menores graznidos posibles”.
Este consejo del Señor Colbert viene a la mente al observar los graznidos que por todos lados han despertado las declaraciones del ministro Carrasquilla, cuando ni siquiera ha sido presentada la Reforma Tributaria en su integridad a consideración del Congreso.
Propuestas como las de gravar más severamente las rentas de trabajo o extender el IVA con compensación a los productos de la canasta familiar, han despertado sinnúmero de críticas. Quizás porque hasta el momento han sido meras declaraciones ministeriales en foros gremiales, sin enmarcarlas dentro del contexto que solo proporciona la visión integral de una Reforma Tributaria.
La idea de gravar más severamente los ingresos de las personas naturales se ha lanzado al desgaire sin indicar cuál es el nivel de ingresos a partir del cual se establecerán las nuevas tarifas. Grave omisión, puesto que todo el mundo, aún los de ingresos más modestos, se sienten concernidos.
La iniciativa de reducir la tributación de las empresas que luego de las últimas tres disparatadas reformas tributarias quedó fijada a niveles estratosféricos y compensar esto con mayores tributos de las personas naturales, es una idea juiciosa y defensable.
Pero para que esto sea digerible por la opinión pública es indispensable explicarla mejor. No basta con decir que en los países de la OCDE el 85% de los impuestos los pagan las personas naturales y el 15% las empresas pues, obviamente, el nivel de ingresos de los asalariados colombianos no es el mismo de los países altamente desarrollados. Hubiera sido deseable una explicación más fina, indicando a partir de qué nivel las personas naturales serán gravadas y porqué. De lo contrario la propuesta así planteada se traduce simplemente en graznidos ofuscados de los comentaristas que le quitan de entrada piso político a una Reforma que ni siquiera ha sido presentada hasta el momento.
Igual sucede con la iniciativa de extender con compensación, el IVA a los productos de la canasta familiar. La presentación fue ambigua, y da pie a justificados graznidos como los que se han escuchado en los últimos días.
¿Cuál será el mecanismo para compensar el nuevo IVA? Si bien es cierto la Corte Constitucional en sentencia del 2003 dijo que si se extendía el IVA a los productos de la canasta familiar era necesario compensar a las personas de ingresos más bajos, no es menos cierto que no existe experiencia en Colombia al respecto. ¿Será una compensación caso por caso? ¿O será una compensación genérica, diciendo, por ejemplo, que un tal porcentaje de la inversión social se seguirá haciendo pero a título compensatorio de la extensión del IVA? ¿Cómo se tratará el caso de los alimentos crudos, o sea, que no son elaborados dentro del circuito formal de la industria pero que hacen parte de la canasta familiar (papas, cebollas, zanahorias, por ejemplo)? ¿Quedarán gravados con el nuevo IVA? Ninguno de estos interrogantes ha sido dilucidad, y por lo tanto ha dado pie a infinidad de desconcertadas críticas que se seguirán suscitando hasta tanto no se presente la Reforma Tributaria en su integridad.
Hasta el momento solamente se han deslizado en dosis homeopáticas algunas iniciativas fiscales del nuevo gobierno. Y esto es malo. De una parte, porque se abre un espacio dentro del proceso parlamentario para que las iniciativas gubernamentales cuando lleguen tengan que acumularse con otras ya presentadas lo cual hará más dispendiosa la discusión de la Reforma que tiene que estar aprobada indefectiblemente a 31 de Diciembre de 2018 para que pueda aplicarse (en todo lo que toca con la tributación directa) a partir del 1 de enero de 2019
La moraleja de todo esto es que el nuevo gobierno, al olvidar la sabia recomendación de Colbert, ha azuzado los graznidos cuando ni siquiera ha presentado la reforma tributaria.