La Semana Santa fue un buen tiempo para detenerse, reflexionar sobre los males que nos aquejan y, sobre todo, atreverse a soñar soluciones.
¿Es posible la reconciliación hoy en Colombia? Sí. Es posible. ¿Aunque se esté agudizando la polarización? Sí ¿Por qué? Porque la gente está saturada de la polarización y de quiénes la fabrican Y ¿entonces? Las empeñadas en dividirnos son algunas élites, no las bases. La inmensa mayoría de los colombianos anhela convivir en paz. Y ¿Cómo lograrlo? De abajo hacia arriba. De la periferia al centro. Cambiando de protagonistas y generando nuevos escenarios de encuentro.
Llama la atención la forma cómo esas mismas élites que nos dividen invitan a la reconciliación. La manera cómo lo hacen desnuda el origen mismo del mal que nos separa.
Atrincherados en sus espacios, permanecen inamovibles. Desde tribunas de superioridad predican pero no descienden para ir al encuentro del otro.
Utilizan el caballito de batalla de “la paz” para hacer actos de soberanía. Para hacerle pedagogía al contrario sobre lo que "debe hacer". En una actitud de "aquí te espero, desde el espacio que ocupo yo, donde se encuentra la verdad verdadera". Desde la asimetría en que se han colocado predican la "tolerancia" para que los demás vengan a ellos, mientras esperan inamovibles en sus espacios de poder.
Predican la escucha, para ser ellos escuchados, porque no están dispuestos a escuchar. Predican la humildad, pero la ajena, porque no están dispuestos a bajar de su pedestal para caminar hacia el hermano. Armados de argumentaciones ideológicas que excluyen, no están dispuestas a despojarse de nada. Llaman al otro a deponer sus convicciones, las que previamente han caricaturizado y menospreciado, pero al no lograr derrotarlas utilizan la prédica de "convivencia pacífica" para informar al otro que lo esperan. Lo invitan a deponer ante él "sus armas", pero ellos no están dispuestos a deponer nada.
Hablan de consensos y de zonas de encuentro, siempre y cuando sea en sus territorios. Diseñan, ellos solos, los mapas de ruta sobre el camino hacia la paz y "amablemente" le piden al contrario que lo transite y si este plantea una diferencia, lo conducen a los terrenos de la tergiversación. Allí lo estigmatizan y menosprecian por su “ignorancia”, mientras enardecen a la tribuna.
¿Cómo salirse de esta "lógica de la confrontación” disfrazada de buenas intenciones? Abandonando los terrenos de las élites. Descendiendo hacia las bases. Caminando hacia los colombianos de las periferias que han padecido en carne propia los horrores de la guerra. Allí la gente está cerca y se han desdibujados las fronteras, porque comparten el abandono, la inseguridad, la pobreza, la falta de oportunidades, sin acceso a la salud y menos a la justicia. Tienen sus necesidades básicas insatisfechas, pero más disposición al encuentro, a la escucha, a la tolerancia. Están dispuestos a dar el primer paso hacia el otro, hacia ese que se parece más a ellos que quien los incita a la guerra. Sólo necesitan ser motivados, ser inspirados, ser acompañados…
En las bases y en la periferia está el terreno abonado para sembrar reconciliación.