Llevo varios días dándole vueltas a si derramar una lata de tomate sobre "Los Girasoles" de Van Gogh puede ayudar a que los gobiernos no miren hacia otro lado ante la emergencia que supone el cambio climático.
También me pregunto si no es solo un gesto inútil entrar en supermercados, dirigirse a los estantes donde están las botellas de leche, abrirlas y derramarlas para denunciar a las empresas lácteas por contribuir al efecto invernadero y, de paso, revindicar una dieta vegetariana.
La verdad es que de primeras mi conclusión es obvia: destrozar una obra de arte para concienciar sobre el medio ambiente se queda en una simple 'boutade', en la peor llamada de atención contra el desastre del cambio climático, en una acción que desprestigia a quien lo lleva a cabo. Lo mismo se puede decir de 'atacar' botellas de leche derramando su contenido.
Vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada en que parece que, para llamar la atención sobre cualquier causa, nada mejor que comportarse como un niño malcriado teniendo una pataleta en público. Una sociedad en la que se renuncia a razonar, como si la razón no fuera suficiente para llevar al ánimo de los ciudadanos la reflexión sobre determinadas cuestiones. Así cada vez más los activistas de distintas causas rizan el rizo hasta convertir en esperpento su propia causa.
Anne Holland y Prohebe Plummer son dos jóvenes seguramente preocupadísimas por el maltrato que entre todos damos a este planeta en que vivimos. Ambas forman parte de Extinction Rebellion, una organización internacional dedicada a poner el dedo en la llaga ante el deterioro creciente del medio ambiente a cuenta del cambio climático. Como objetivo es loable; otra cosa son, como digo, algunas de las acciones que lleva a cabo este movimiento para llamar la atención.
Derramar una lata de tomate sobre "Los girasoles" es un acto salvaje y estúpido, no se salva el medio ambiente destruyendo algo, también valioso, como en este caso una obra única del genial pintor.
Además, lo único que consiguen es parecer unas fanáticas y hacer antipática su causa. Lo mismo se puede decir de los que forman parte de "Animal Rebellion" organizando el espectáculo de derramar la leche al suelo de los supermercados pretendiendo que el personal deje su dieta habitual y se haga vegetariano o vegano.
Verán, yo soy vegetariana por convicción, por respeto a los animales en primer lugar, pero eso no me lleva a imponer mis convicciones y las decisiones que he tomado a otras personas con la pretensión de que, como ser vegetariano es la opción que considero acertadas, los demás lo tienen que ser por las buenas o por las malas.
El fin no justifica los medios, esa es una lección que deberían de aprender los del movimiento Rebellion, porque si los medios para lograr un fin loable pasan por destruir obras de arte o derramar leche, perderán la batalla principal y es que la opinión pública tome conciencia de la situación de emergencia en que realmente está nuestro planeta.
Los gestos como tirar tomate a un cuadro o arrasar los estantes donde está situada la leche en los supermercados, sirve para salir en televisión un día, pero no nada más. Así, insisto, no van a convencer a nadie, todo lo contrario.