Reacciones pacíficas y sólidas (II) | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Marzo de 2017

Insistí, anteriormente, en la necesidad de reclamar, con claridad y firmeza, respeto por la voluntad popular y por  las normas de nuestra Constitución. Es algo que hay que defender con reacciones pacíficas, sólidas y contundentes. Pero no es solo defender unas normas porque sí, sino por su enorme contenido, fruto de amplias discusiones de personas de distinto pensar, en donde quedaron consagradas numerosas propuestas del pensamiento social cristiano. Mirada general a cuanto fuera lo más conveniente para el país, y no solo para conseguir que unos alzados en armas dejaran de delinquir, fue lo que tuvieron presente los constituyentes del 91.

Toda nuestra Constitución está permeada del humanismo cristiano. Entre las determinaciones constitucionales que proclaman ese mensaje, que merecen firme defensa, están: la libertad de conciencia, de profesar y difundir un credo religioso (Art. 18 y 19); haber asumido postulados de la doctrina social cristina (Titulo II); pregón de la vigencia de los derechos humanos y de la solidaridad ciudadana (Arts. 25 a 32).

Los firmes reclamos por respeto a la Constitución están basados en la verdad de que hacer paz no es solo con acuerdos de cese de acciones bélicas, sino con cultivo, en mentes y corazones, de requisitos para que ella se dé. Al respeto, enseñó el Vaticano II en la Const. “Alegría y Esperanza”: “La paz no es una simple ausencia de guerra ni el resultado del solo equilibrio de las fuerzas, o de una hegemonía despótica, sino que, con toda exactitud y propiedad, se llama obra de la justicia. Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por el divino Hacedor, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a la madurez” (Nº 78).

Qué programa tan magnífico el propósito de asumir compromisos que sí lleven a una verdadera paz, con profundo respeto a la justicia, y no conculcarla, con indiferencia o rechazo de los dictados de Dios. S. Juan XXIII, el “Papa bueno”, en su  Pacem  in Terris”, trazó, sapientemente, la ruta necesaria para llegar a la paz, afirmando: “Es indudable que no puede establecerse ni consolidarse la paz en la tierra si no se respeta el orden establecido por Dios” (n.1). Agregó, luego: “Porque una sociedad que  se apoye solo en la razón de la fuerza ha de calificarse inhumana” (n. 34)

Una paz, bien fundada, es la que proclaman los ángeles al el nacimiento de Jesús “Príncipe de la paz” (Lc. 2,10), y que entrega Jesús resucitado (Jn. 20,20). Pero esa paz es don que hay qué impetrar de Dios (Sal. 73,3), con arrepentimiento de pecados y crímenes (Jer. 6,4), hermanada con la justicia como expresó el Profeta Isaías: producto de la justicia es la paz” (Ecl. 32,37).

Verdadera enciclopedia sobre la paz, con presentación de razones y sendas para llegar a ella, para que sea realmente estable, han sido los mensajes pontificios sobre este tema, iniciados por Paulo VI en 1968. Sus títulos resumen fundamentales pensamientos: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia” (1972); “Si quiere la paz defiende la vida” (1977); “La verdad, fuerza de la paz” (1980); “La paz nace de un corazón nuevo” (1984); “De la familia nace la paz de la familia humana (1994); “En la verdad, la paz” (2000).

Entonces: acuerdos de paz respetuosos de las ponderadas y bien maduradas normas de nuestra Constitución, que no se cierren los ojos a las sapientes y salvadoras luces que ofrecen los valores del espíritu, que sea, de verdad, “obra de la justicia”, y no “solo equilibrio de las fuerzas o de una hegemonía despótica”, como dice el Vaticano II, son los que anhela, y está exigiendo en diversas formas, y está en su deber hacerlo, el pueblo colombiano, con reacciones pacíficas, sólidas y contundentes. Acuerdos impuestos en forma distinta no puedo apoyarlos, a conciencia, ni como patriota ni como directivo religioso.

 

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com