Petro, el taumaturgo
Hace cuarenta años el alcalde de París ordenó la limpieza de las bellas fachadas en piedra del centro histórico, ennegrecidas por el paso de los años y la contaminación de los automóviles. Cuando aparecieron ya lavadas, la Ciudad Luz adquirió nueva luminosidad. Hoy es obligación limpiar y lavar todas las fachadas al menos una vez cada diez años.
Petro no se ha quedado atrás, pero al revés. Ha hecho el milagro de que Bogotá, que nunca fue modelo de limpieza, está hecha una completa porquería. No hay fachada ni pared ni poste ni caja de teléfonos, hasta debajo de los puentes, que no esté pintado con grafitis, los que Clara López llamó arte callejero, o con afiches que antes tenían sus sitios en los que se podían pegar.
Pero hay otros milagros: si bien nunca las calles estuvieron bien pavimentadas, al menos los alcaldes se preocupaban de que las principales arterias lo estuvieran. Petro ha logrado que todas las calles estén como después de un bombardeo y la máquina tapahuecos, adquirida a dedo, completa el milagro de manera que, una vez reparadas, queden peor.
Y el aseo. ¡Ah, el aseo! La privatización logró que la basura fuera recogida a tiempo y que los parques fueran podados. La gente terminó acostumbrándose a usar las canecas de las calles. Ya no. Las volquetas de la Alcaldía van dejando reguero por doquiera que pasan y la gente volvió a tirar los papeles a la calle. Y qué decir de los canales que el inefable Acueducto nunca limpia.
El tráfico está cada día peor. Los policías no aparecen sino para el pico y placa. Lo que Mockus enseñó sobre usar los cruces peatonales y respetar las intersecciones, marcadas con equis, pasó a la historia. Como no hay autoridad, los conductores hacen lo que les da la gana. La gente parquea donde le provoca. Cuando hay cruces a la izquierda se forman filas hasta de tres carriles que difícilmente dejan uno para seguir. El carril exclusivo para buses lo ocupan taxis y motos sin que pase nada porque se obedece pero no se cumple. Y eso que los policías deben llenar un cupo de partes.
Uno de los más grandes milagros es haber convertido toda la ciudad en un San Victorino gigantesco. Los andenes no se pueden usar porque los ocupan los vendedores ambulantes, con o sin permiso de Petro.
Y podríamos seguir enumerando los milagros del alcalde.
La culpa, sin embargo, no es sólo de Petro. Todo comenzó cuando se eligieron los alcaldes de izquierda que, como lo que han querido es llegar a la Presidencia y no les importa la ciudad, lograron convertirla ¡otro milagro! en una m…
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Coda. El nuevo presidente de la Corte Interamericana Sierra Porto, colombiano, le dio licencia, violando los reglamentos, al juez peruano, García-Sayán, para candidatizarse a la Secretaría General de la OEA. Ante las protestas, éste resolvió volver a la Corte, a juzgar a aquellos a los que les estaba pidiendo el voto. Una vergüenza.