Rafael Gómez Martínez* | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Abril de 2015

ATALAYA

Judas Iscariote

Si  hay un episodio angustiante y doloroso durante la Semana Santa para el mundo católico, corresponde a la traición de Judas Iscariote. La manera como se produce el hecho no deja de ser más que desoladora.  

Primero, porque Jesús sabía que lo iban a traicionar. Es que, así como Dios se manifiesta de diferentes maneras, el Diablo también hace de las suyas. El mejor cuento que le han hecho creer a la humanidad es decir que el Diablo no existe.

Al anunciar a todos los comensales de la última cena que uno de ellos lo traicionaría y que otro, el más cercano, lo negaría; Jesús  nos muestra cuán fácil es caer en la tentación la cual no nos librará del todo mal.

Según el evangelio de Juan, Judas ya habría cometido varias felonías antes de entregar a Jesús al apropiarse del dinero recolectado de los pobres. Es que para cometer un delito, no se llega de la noche a la mañana. Algunos delitos se cocinan a fuego lento, otros a fuego hirviendo. (Como lo fue, el caso de AGH).

Segundo, porque pasa lo que tiene que pasar. Antes de que cantara el gallo de las doce, Judas besa en la frente a Jesús y Pedro lo niega tres veces. Los soldados romanos lo toman preso llevándole a unos curas judíos, hoy llamaríamos mermelados, quienes luego lo entregan en bandeja de plata a Poncio Pilatos. 

De Poncio, podríamos decir que en medio de todo tuvo un papel “digno” al permitirle a Jesús un juicio “equilibrado” cuando le pregunta al pueblo: ¿Y, cuál es el pecado que ha cometido este señor?

Por obra y gracia de Dios, a Pedro se le perdona la vida encargándole la misión de construir la Iglesia, sobre esta piedra. Y, lo hizo. Al contrario, fue tal el remordimiento de conciencia de Judas que terminó colgándose en un árbol.

Teniendo en cuenta lo anterior sería conveniente preguntarnos durante los días santos: ¿cuántas veces hemos traicionado a nuestros ideales por un puñado de monedas? ¿A cuántas personas inocentes hemos crucificado? ¿Cuántos de nosotros hemos sido traidores para luego abandonar a nuestros jefes? ¿Cuántos de nosotros hemos crucificado a nuestros jefes una vez en el poder? ¿Cuántos de nosotros no hemos trabajado a medias tintas, en líneas grises, para satisfacer tanto al Diablo, como a Dios? Por eso,  se dice que si se le pone una vela al Diablo y otra a Dios tarde o temprano el Diablo terminará por conquistarnos.

Cuando escuchaba la angustiante lectura me pregunté: ¿no será que eso es exactamente lo que está pasando en estos momentos? De un tiempo para acá, la humanidad agobiada y doliente decidió poner una vela al Diablo a tal punto que ya ni reconocen lo que está bien, de lo que está mal (Remember the elephant man).

Puntilla. ¿Si Pedro negó tres veces a Jesús, cuántas veces puede JMS negar a AUV?

@ragomezmar

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI