Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Marzo de 2015

NUMEROSOS EJEMPLOS

El hombre sin moral

Cada vez se hace más visible. Hay numerosos ejemplos públicos, porque además es bastante locuaz. “Moral y derecho no tienen relación”, “no existe una ley natural”, “la vida es sagrada, excepto en algunos casos”, frases que avisan que por ahí anda este ser humano que ha renunciado a la dimensión moral en su vida. Lo mismo que Stalin o Lenin o Mao o Hitler o cualquiera de los matones que campean por la geografía nacional. La abolición de la moral es la de todo límite y condicionamiento para las actuaciones personales. Y en buena medida el desastre colombiano en tantos ámbitos no obedece a nada diferente a que quienes allí se desempeñan no tienen moral, es decir, no tienen normas interiores que guíen sus comportamientos, salvo la del propio e ilimitado provecho personal y a costa de lo que sea.

Pero a nadie debe extrañar la proliferación de este ser, que, aunque humano, deambula por la vida sin normas morales. Ha sido cultivado cuidadosamente por la sociedad actual que se niega a reconocer la existencia de valores y normas objetivas y universales y que solo da cuenta de sus actos al provecho personal. Se comporta como un animal de presa que no desea sino acaparar lo que sea para los días del invierno. Cada situación, cada trabajo, cada persona que conoce o con la que se relaciona, no son sino más oportunidades de morder, quitar, exprimir, en últimas, engordar. A quien se le oponga le esperan momentos duros ante una fiera indomable.

En general este hombre o mujer sin moral es peligroso, incluso para él mismo. Pero lo es especialmente, como lo vemos en nuestra nación, cuando alcanza lugares de mando y poder. Es como un Leviatán que no encontrará ningún reparo dentro de sí mismo para corromper todo lo que toque.

Abolida entre nosotros casi toda educación que tocara la moral, la ética, la religión, la cívica, ¿era justo esperar otro tipo de persona típica de nuestra sociedad? Si somos honestos, ahí está la creación de nuestra marcha errática hacia ninguna parte. Quizá a los que creemos en la moral se nos reclamará el día del juicio de las naciones la falta de decisión para proponer con más fuerza un proyecto de hombre más alto y digno y algo de purgatorio habremos de pagar por nuestra voz baja ante los engendros sin moral que andan por todas partes. Pero es cierto: el hombre sin moral es la figura de último cuarto de siglo en Colombia. Y ahora hay cosecha por lo alto.