Rafael De Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Junio de 2016

UN FENÓMENO MUNDIAL

El fanatismo religioso

 

Algún filósofo habló de la muerte de Dios y muchos de la desaparición de las religiones y de eso ya hace un par de siglos. Ojalá vivieran para ver el estado de la cuestión que es exactamente lo contrario de sus predicciones. Y no solo no han desparecido, sino que el fenómeno religioso se ha acentuado enormemente, aun con sus vertientes de corte fanático, digamos, irracional. Es cierto también que la no creencia ha tomado cierto vuelo, pero nunca el que tiene la vocación religiosa del común de la humanidad. Y en buena medida el crecimiento de lo religioso es culpa de quienes han querido construir un mundo sin Dios y de pasada una sociedad sumida en la incertidumbre, en la ley del más fuerte, aquella en que el hombre ha sido puesto en lugar muy secundario, dando prelación a otras realidades que deberían servirle al mismo ser humano, pero que más bien lo han esclavizado.

Y es aquí donde hay que buscar las causas del renacer religioso generalizado, aunque ciertas élites soberbias se digan ateas y escépticas. Dejarlas con sus cuentos y vanidades. El fanatismo de cualquier especie es un refugio para muchas personas que, de una u otra manera, se sienten anuladas, despreciadas, sin identidad, no asimiladas en un cuerpo social. Para quienes ostentan poder, riqueza, estatus social, comodidad, preparación académica, estabilidad laboral, etc, el fenómeno es un poco incomprensible y lo etiquetan, para su tranquilidad, en la carpeta “fanatismo”. Pero el asunto es complejo y hasta comprensible, aunque no sea deseable. Los fanáticos religiosos de todo cuño están llenos de dolores internos, a veces conscientes y a veces no. Les duele su suelo patrio, la identidad nacional pisoteada como en el caso del medio oriente, les duele su pobreza nunca solucionada, lo mismo que el “no ser nadie” en la sociedad que habitan, les duele su marginalidad de hecho, les duele el desprecio por sus costumbres ancestrales y otros muchos dolores los irritan diariamente.

De manera que el mundo moderno, que se precia de ser incluyente, no lo es tanto. Y muchas de las acciones de inclusión que hoy se ensayan están generando nuevas exclusiones, ya no de minorías, sino de mayorías, cosa aún más preocupante. Mientras las cosas sean de esta manera siempre habrá campo para el fanatismo, con su alta dosis de irracionalidad, que apela al grito para ser reconocido y atendido. La sociedad actual, con sus esquemas de poder y dominio en todos los ámbitos, seguirá generando fanáticos que la contradigan y algunos de ellos usarán el ropaje religioso y sus impredecibles consecuencias.