ACERCAR JUSTICIA ECLESIÁSTICA
Separados vueltos a casar
En ninguna situación nos encontramos más atorados los párrocos y en general los sacerdotes de la Iglesia Católica que en aquella que atañe a los bautizados que habiendo contraído matrimonio sacramental, se separan y después se unen con otra persona, bien sea en unión libre o en matrimonio civil. En esta circunstancia la vida sacramental queda suspendida y esto genera gran dolor en las personas.
Algunas parejas logran que se declare la nulidad de su matrimonio y pueden recibir de nuevo la bendición sacramental. Pero la mayoría no hace este proceso y optan por asumir su nueva situación civil o de hecho y siguen la vida dentro de sus posibilidades espirituales. Y no es raro que la segunda unión resulte ser muy buena y duradera y que en el fondo se confíe en que Dios la mire con benevolencia.
El Papa Francisco se ha pronunciado con su autoridad apostólica para que en toda la Iglesia se haga un esfuerzo para acercar la justicia eclesiástica a quienes tienen necesidad de ella, en especial a los separados y a quienes en este grupo tienen ahora una nueva unión no sacramental.
Es un paso importante para resolver problemas reales y cotidianos de mucha gente. No es, como podría interpretarse, una medida para debilitar el matrimonio y volver “fácil” las separaciones y las declaraciones de nulidad. El Papa ha reiterado que todo lo que se está tratando de hacer por los separados está claramente basado en el carácter indisoluble del matrimonio, tema en el cual la Sagrada Escritura y el mismo Jesús son de una claridad meridiana.
Seguramente una mayor fluidez de la justicia eclesiástica traerá muchos beneficios a quienes lo necesitan. Pero hay que ir más al fondo. Y en lo profundo de todo este enredo nos encontramos con una cuestión fundamental: ¿cómo hacemos todos los miembros de la Iglesia y de la sociedad para que la vida matrimonial en verdad prospere, se mantenga y sea la causa de felicidad y estabilidad de esposos e hijos? Es un poco infantil decir que la Iglesia es ahora moderna y permite todo. La Iglesia permite lo que Dios permite, pero sobre todo, lucha por lo que Dios ha dispuesto como bien para los seres humanos, incluyendo la vida matrimonial.
Nuestra sociedad, muchos escritores y personajes públicos, se solazan ridiculizando el matrimonio. Por ahí no es la cosa. Ojalá muchas parejas encuentren desatoradero en los nuevos lineamientos del Papa, pero, sobre todo, ojalá cada vez se tome más en serio y con más cuidado la decisión de acercarse al altar en busca de la bendición pues el reto es grande y el compromiso ante Dios infinito. “Y lo que Dios ha unido no debe separarlo el hombre”.