AÑO DE LA MISERICORDIA
Urge pedir perdón
Enhorabuena el Papa Francisco ha extendido la facultad de perdonar el pecado del aborto a todos los sacerdotes en el próximo año llamado de la misericordia. Es una facultad que ordinariamente está en manos del obispo. Y es motivo de alegría pues permitirá que muchas personas, o acaso muchísimas, pidan de Dios el perdón por haber participado de una u otra manera en este acto abominable que ha truncado millones de vidas humanas. Nada ni nadie puede minimizar la barbaridad que se contiene en la destrucción de la vida más frágil, de la más indefensa, de la más necesitada de toda protección. Y nada más aterrador que pensar que quienes han procreado una vida, ellos y no otros, deciden destruirla. Por donde se mire el aborto es de las cosas más terribles que suceden a diario sobre la faz de la Tierra.
Y si acabar con la vida aún no nacida es cosa pésima, no lo es menos el vivir con esta carga sobre la conciencia sin pedir de Dios perdón y misericordia. Hombres y mujeres que han sido partícipes de un aborto tienen que dejar de lado su prepotencia ante Dios y caer de rodillas para pedir les sea perdonada esta culpa siempre grave, muy grave. De no hacerlo llevan sobre su destino una condenación que causa pánico el solo pensar en ella. Sí: hay que dejar de estar creyendo que uno hace en la vida cuanta estupidez se le ocurra y que al final, quizá un Dios gagá y olvidadizo, lo recibirá con los brazos abiertos. ¿Para eso envió Dios a su Hijo al mundo y para eso Él entregó su vida en la cruz? ¿O más bien, en la presencia de Cristo no nos llegó el mensaje clarísimo de que sin conversión, sin pedir perdón, sin arrepentimiento y renovación de vida no hay cielo al alcance de ningún ser humano? La obra de Cristo es en serio y sus palabras también.
Al extender el perdón, la Iglesia reitera su razón de ser: llevar la salvación de Dios a todos. Pero los pasos de aproximación al sacramento de la reconciliación los ha de dar cada una de las personas que están involucradas en este oscuro mundo abortista que involucra padres y madres, personal médico, ideólogos e ideólogas de la muerte, legisladores de la República, ministros que hacen todo posible, magistrados que todo lo aprueban, consejeros de conveniencia, etc. Dios quiera que a todos estos un año llamado de la misericordia los haga volver a la casa del Padre, como lo hizo el hijo pródigo del Evangelio. El mal que se ha hecho ya es suficientemente grande y, como nuestra guerra, vale la pena pedir perdón y reconstruir.