ABUSO DE PODER
A propósito de burlas
Horrenda e inaceptable la masacre de caricaturistas en París. Matar personas sigue siendo y lo será por siempre el acto más estúpido y degradante que pueda darse sobre la faz de la Tierra. Pónganle la razón que le pongan, acabar deliberadamente la vida en cualquier momento es inaceptable: en el vientre, en la tierra, en la cama de la agonía, dondequiera sea, es un atropello. No cabe hacer, como lo hacen muchos de los que hoy lamentan la muerte de los comunicadores franceses, pequeños y sutiles razonamientos para justificar otras muertes a través de abortos, eutanasias, penas de muerte, guerras, etc. Seguramente los asesinos en Francia tienen también sus sutiles pensamientos para justificar el espanto que hicieron. En estos temas, cuando se deja cualquier rendija, no cabe sino esperar lo peor.
El holocausto de los caricaturistas, nos lleva también a abrir alguna reflexión sobre el tema de las burlas a los demás, bien sea en su pensamiento, creencias, opciones personales y políticas, etc. Recientemente, por ejemplo, varias publicaciones -Semana, El Espectador- muestran a varios dirigentes mundiales, el Papa incluido, en una situación ridícula en un baño. ¿Para qué se publica eso? ¿Qué se pretende con estas agresiones tan brutales a nombre de lo que sea? No se puede seguir esgrimiendo la libertad de prensa para ofender, porque de eso se trata, no de otra cosa. Hay demasiada soberbia en este modo de hacer crítica, si es que lo es, y ya son demasiados años en este plan que se traducen en una gran golpiza para todos los que son objeto de estos ataques feroces, lo mismo que para quienes con ellos se identifican.
No es posible que este abuso de poder de algunos comunicadores se pueda sostener sin la misma censura que caería sobre cualquier otro mortal que está conminado a respetar lo fundamental de las demás personas. ¡Cómo triturarían algunos comunicadores a quienes en otro ámbito, bien sea político, religioso, académico, se dedicaran a burlarse duramente de los demás! Difícilmente sobrevivirían a la pluma ácida de tanto comunicador con aire de dios. Todos hemos de tener alguna capacidad para que se rían de nosotros e incluso uno debe ser capaz de reírse de sí mismo. Sano y aconsejable. Pero ridiculizar a alguien eternamente, pasar por encima de su honra, desconocer olímpicamente sus pensamientos y creencias no tiene nada que ver con democracia ni libertad, ni nada que se le parezca. Es abuso absoluto de un poder que hoy día solo pueden dominar los que dan pauta publicitaria. ¿O alguien ha visto una caricatura del presidente de Coca Cola? Para que los seres humanos no nos devoremos como fieras, a todos se nos impone reconocer límites en todo lo que hacemos.