Pobres urbanos y pobres rurales
El desarrollo de las ciudades más importantes del país ha permitido que los más pobres que habitan en ellas, tengan en general acceso a los bienes y servicios básicos de una vida digna y decente. Ciudades como Bogotá o Medellín han puesto al alcance de los pobres la educación, los servicios de salud, el transporte, la recreación, los subsidios, etc.
En el campo, los pobres la siguen pasando muy mal y la sensación que los acompaña, en general, en un mundo sobre todo urbano, es que ellos poco y nada le importan a nadie. Ni siquiera a sus mandatarios locales, la mayoría de los cuales es de una indolencia aterradora o carecen de cualquier preparación para solucionar los problemas más elementales de sus comunidades.
Las acciones más grandes para liberar a los pobres de este yugo de carecer de todo deberían enfocarse hoy día radicalmente hacia la gente más inope del campo. Hay que ver cómo viven los ancianos pobres en las zonas rurales, cómo funcionan las escuelas de las veredas más apartadas de los cascos urbanos. Se hace necesario notar cómo los resultados de los colegios de las zonas rurales más pobres no dejan crecer un solo tallo de esperanza para quienes allí se gradúan. Y ni qué decir de las condiciones en que todavía transcurre la vida de tantas mujeres en ranchos y casuchas llenas de humo por toda la geografía nacional. Y de la seguridad social para los jornaleros, para el campesino de azadón al hombro, ni para qué hablar. Sin duda es mucho menos peor ser hoy día pobre en la ciudad que en nuestros campos.
Tal vez esté llegando la hora de hacer un giro radical en el enfoque que las grandes instituciones tienen para atacar la pobreza, enfilando las baterías sobre todo a los campesinos pobres y olvidados. Y esto incluye al Estado, la Iglesia, las fundaciones, las mejores instituciones de educación con sus planes de acompañamiento a otras instituciones. Las ciudades colombianas están engordando un poco insensiblemente al mundo que las rodea y que las provee de alimentos y recursos naturales. Cuando Jesús recorría las comarcas de su país, encontró gente en cuevas, personas endemoniadas, seres humanos expulsados y degradados por los seres urbanos. Se detenía, los miraba y algo les ofrecía y efectivamente les daba. Pueda ser que las nuevas vías que se están haciendo en Colombia no estén pensadas para que a grandes velocidades los urbanos no veamos la pobreza de los campos que las vías atravesarán.