Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Noviembre de 2014

NOS PASA POR PASIVOS

Sicologías desconocidas

Nos  hemos acostumbrado, no quiere decir estar de acuerdo, a que en nuestra nación o sociedad, hay personas que le quitan la vida a otros, o sea, que matan. También a convivir con personas que ponen bombas a los bienes públicos y privados.

No nos extraña ya que unos estén dedicados a hacer el mal como ocupación habitual. Lo que no sabemos es si algún día tendremos que estar del todo, porque ya lo estamos en parte, sometidos a estas sicologías asesinas, destructoras, evidentemente supernarcisas e incapaces de ver al otro que está en frente como un igual y no como cosa u objetivo para atacar. Las naciones que han caído bajo el dominio de estas personas -no personajes- han pasado décadas de honda oscuridad y de pérdida de todo lo que humano se pueda considerar.

¿Qué hay en la mente del que se siente autorizado para matar? ¿Qué pensamientos, si de eso se tratara, recorren la masa cerebral de quien decide hacer sufrir a otras personas sin reparar en límites ni consideraciones humanitarias? Es difícil dar con el núcleo del asesino, del matón, del violento, aunque está claro que en el fondo y tal vez no tan en el fondo carecen de normalidad sicológica y social y ni se diga de su ceguera moral. Por eso mismo es que siempre será un error tratarlos como si fueran personas normales y más aún confiar en que serán dignos de confianza para entregarles el mando sobre la gente que ni mata ni odia, ni es tan cobarde como para usar fusil constantemente.

Un asesino bien vestido, un sicópata sentado en una mesa, un bombardero comiendo con cubiertos, un extorsionista saludando de mano, no pierde nada de su deformada sicología. Y es importante no perder de vista estos rasgos de personalidad pues en el engaño también son maestros. Las sociedades burguesas son propensas, por su misma modorra existencial, a caer en la trampa de la apariencia y puede ser que terminen montando su propia horca.

La sociedad colombiana está en mora de abrir los ojos para que no caigamos en manos de unas sicologías profundamente deformadas, sin límites ni uso de razón verdaderos. Por momentos sentimos que nos están embutiendo a quienes no deseamos ver en la palestra de la nación, pero eso nos pasa por pasivos.