Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Noviembre de 2014

UN NUEVO MUNDO        

¿Caos es oportunidad?

A  propósito del caos en que vivimos, vale la pena recordar que la Biblia comienza hablando de eso: “La tierra era el caos…”. Pero lo mejor es lo que sigue en el relato y que no es nada menos que la creación. Sí, desde el caos informe, se da paso al mundo en armonía, no sin dejar de anotar después el autor sagrado que el Espíritu de Dios se cernía sobre todo aquello. O sea que lo grave de cualquier caos es que no tenga cerca algo así como un espíritu que sea capaz de armonizar todo lo que se esconde en la desastrosa apariencia. Pero lo interesante también es notar que todo estado de confusión profunda puede llevar semillas de cosas nuevas.

Pienso a veces de qué manera el caos que caracteriza la vida contemporánea, por ejemplo, en temas de pensamiento, de identidad en muchos sentidos, de modos de relación o en temas de convivencia, vida urbana, relaciones sociales e incluso, quizá con más evidencia aún en temas de espiritualidad, podría también esconder algo así como un nuevo mundo que quisiera mostrarse, pero que no logra llegar a su parto definitivo.

Me pregunto si detrás de este caos ambiente no se esconden las semillas de la serenidad, los esquejes de la mirada sin juicios ni prejuicios, los vástagos del sentido de pertenencia a un todo que es la Creación.

Tal vez hoy día, después de tantos años de padecer el desorden y la anarquía en el ambiente y de lamentarnos sin descanso, pueda estar clareando el llamado a desentrañar las oportunidades que pudieran estar escondidas en este paisaje que más bien pareciera ser huésped de la muerte y nada más.

Quizá quienes se atrevan a ofrecer oasis de sentido y amor, sombras de cuidado y fraternidad, hontanares de acogida y escucha, serán los primeros en ver despuntar el nuevo mundo, como una sinfonía escrita hace muchos siglos, pero no siempre interpretada con acierto. El autor del inicio bíblico acompasa su relato repitiendo una y otra vez: “Y vio Dios que era bueno”. Así, lo bueno se constituye en ese Espíritu que es capaz de hacer que la partitura suene armónicamente y sin el cual siempre seremos prisioneros de todas nuestras limitaciones.