La paz es nuestra opción
Como era de esperarse, el actual proceso en busca de la paz en Colombia se ha llenado de tensiones, opiniones a favor y en contra, expectativas reales y otras ilusorias, etc. No podía ser de otra manera y a nadie debe asustar este panorama. Y en el punto en que se encuentra actualmente, la paz está llamando a tomar posición definitiva por ella o contra ella. Suena un poco absurdo pensar en esta dicotomía, pero en esta Colombia de blanco y negro, donde se niegan los matices de la racionalidad y lo verdaderamente humano, a veces hay que llamar a tomar posiciones claras y convincentes. Creo que en concreto a la Iglesia Católica, representada en sus obispos, también le ha llegado la hora de levantar más fuerte la voz para favorecer el avance del proceso de diálogos y estimular un acuerdo que ponga fin al conflicto armado de nuestra nación. Y quizás también a la Santa Sede le corresponda una mayor fuerza visible para impulsar esta justa ilusión de la mayoría de los colombianos.
Es difícil tomar posición sobre unos acuerdos que no se conocen en detalle, pero que seguramente no tienen nada que ver con todo ese recital de afirmaciones absurdas que se emiten desde algunos sectores políticos y gremiales realmente opuestos a la concordia nacional. Los obispos colombianos conocen muy bien hacia dónde se están dirigiendo los esfuerzos del Gobierno nacional en el ánimo de construir un escenario de paz hacia el futuro y seguramente pueden subir la voz para apoyar, convocar y motivar todo lo que favorezca el feliz culmen de las conversaciones que se están dando en La Habana. Nuestra opción, la de quienes seguimos a Jesucristo y sus enseñanzas del Evangelio, es la paz y no pueden caber dudas. Y la Iglesia lo ha dicho mil veces, una paz fundada sobre todo en la justicia social, esa que tanto enerva a los del discurso en blanco y negro.
La construcción de la paz puede ser para la Iglesia una nueva oportunidad de hacer sentir con fuerza su voz, de transmitir un mensaje claro acerca de cuál es su posición dentro de la Nación y desde luego, para comunicar con idéntica claridad aquello a lo cual se opone radicalmente, o sea, la guerra y todo lo que se da alrededor de ella. Que la Iglesia está radicalmente a favor de la paz, es un mensaje que ahora debe ser más claro que nunca.