Hay otros jóvenes
La cita final del Papa Francisco en la playa de Copacabana con algo así como tres millones de jóvenes, según los estimativos de los observadores presentes, es digna de ser interpretada a favor de ambos, es decir, del Papa y de los jóvenes. No hay nadie en el mundo entero que logre reunir tantas personas y mucho menos tantos jóvenes. No hay otra reunión masiva de jóvenes en el orbe que transcurra sin toda la basura que suele ofrecérseles y cuyos nombres conocemos de sobra y que no vale la pena citar. No es usual que por motivos espirituales millones de jóvenes viajen de un país a otro y de un continente a otro. Tampoco es común que los jóvenes sean tan entusiastas en realidades aparentemente lejanas a ellos, como las reuniones espirituales o de oración o de fraternidad. Algo está diciendo Dios a través de los jóvenes y sin duda del Papa Francisco.
Tal vez lo primero que destaca en esta masiva cita en el Brasil es que existen otros jóvenes, quizás la mayoría, muy lejanos, lejanísimos, del estereotipo alcoholizado, superficial, adicto, rumbero, que alguien nos ha vendido casi hasta convencernos. El entusiasmo, la entrega, la felicidad sincera, la exultación pacífica, el sentido espiritual, según lo que se vio, son mucho más propios de los jóvenes de lo que usualmente estamos dispuestos a creer y, lo más alarmante, de lo que usualmente les ofrecemos. Quizás Dios esté haciendo un reclamo a los adultos, a los jefes, a los comunicadores, a los pastores, a los gobiernos, por la forma simplista y sin hondura como vemos a los jóvenes y nuestra lentitud o inmovilidad para darles alimento para sus almas, aguas que apaguen la sed de sentido, bálsamo para sus heridas. Quizás hemos repartido demasiadas golosinas y nada nutritivo, o al menos muy poco, para las nuevas generaciones.
Del Papa Francisco se está valiendo Dios, sin duda, para dejar ver que lo que puede y debe salir del interior de la Iglesia es todo un torrente de vida y esperanza. ¿Cómo explicar, si no, que en tan solo unos pocos meses de pontificado, este buen hombre haya despertado tanta alegría en tanta gente? Entusiasmo pasajero, dirán los críticos siempre insatisfechos. Pero en realidad lo que se está transparentando a través de este Papa es un gusto por el ser humano, por los caídos en cualquier sentido, por los marginados de todo orden. Ojalá la voz de Dios hecha juventud y pontífice, sea escuchada por una vez y con sinceridad. No hacerla es abocarnos a muchos más años de sinsentido y deshumanización total.