La adicción a la guerra
Por andar buscando escándalos patéticos, hay uno que se nos está pasando por alto y es el de ver el poco deseo de paz que hay en algunas personas y sectores de nuestra sociedad. Tantos años de conflicto o guerra pueden haber creado una adicción a la violencia en muchas personas. Numerosas de las voces que se alzan contra un acuerdo de paz tienen profundas heridas causadas por la guerra y quizás sin darse cuenta se han convertido en los sedientos de venganza, más que de otra cosa. Su única aspiración es ver caer bombas sobre sus enemigos jurados. Y sin duda entre los opositores a un acuerdo de paz han de estar quienes viven jugosamente de la guerra en calidad de surtidores de todo lo que requiere esa estupidez de resolverlo todo a plomo.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que un acuerdo de paz tiene exigencias y concesiones. Es curioso que muchos de los opositores a la paz, perteneciendo a los círculos del poder económico, político y social de la nación, sientan que sus hermanos de “clase” los van a vender al enemigo. Porque el Estado colombiano, en su alta dirección, está copado por parte de la elite que lo maneja todo a su acomodo o sea los amigos, los hermanos, los parientes, los relacionados de los que tienen miedo de la paz naciente. Sin embargo, la discusión abierta es importante y necesaria para toda la sociedad. Pero a ratos sí que se ve un gustico por la guerra que ya comienza a ser preocupante.
Han sido tantas las atrocidades que han hecho los revolucionarios y a veces tan despiadada la respuesta del establecimiento, que es apenas natural que el sentimiento dominante sea el miedo. Pero hay que vencerlo y empezar a sembrar confianza, que puede crecer con la esperanza. Lo que no parece tan claro es que las viejas generaciones de la guerra colombiana estén en capacidad de asimilar un acuerdo de paz, pues la guerra es su especialidad. Me atrevo a pensar que la concreción de unos pactos de paz y su desarrollo solo será posible si en esas mesas instaladas en el Caribe ponen asientos para gentes menores de 40 años y si los papeles que se firmen se les entreguen a otros cuarentones. La adicción que se nos creó a los que ya recorrimos al menos la mitad de la vida será difícil de curar si seguimos al mando de cualquier cosa. Nueva Colombia habrá si se la batuta pasa a gente de mejor espíritu.