¿De quién es la crisis?
Se ha vuelto lugar común afirmar que la Iglesia está en crisis. En el fondo el argumento es básicamente uno: el mundo occidental se encuentra sumido en una ola ultra liberal en muchos sentidos y la Iglesia sigue dentro de su forma de pensar y actuar, calificada de conservadora por los analistas de marras. Sin embargo, la construcción del mundo contemporáneo, específicamente en lo humano, bajo la inspiración de la ideología absolutamente liberalizante, está lejos de haber traído la paz y la felicidad a las multitudes. Nunca como ahora hubo tanta soledad, tanto estrés, tantas parejas fracasadas, tantas familias rotas, tantos siquiatras y sicólogos ocupados, tanto desasosiego en la mismísima atmósfera.
Entonces, en verdad, ¿de quién es la crisis? La ideología que prima hoy prácticamente en el mundo entero, ha arrojado al hombre y a la mujer, a su propia suerte y a la dictadura de las fuerzas impetuosas que no tienen compasión de nadie. Pueden ser las fuerzas del mercado, las de la economía, las de la alienación mediática, las de la literatura del sin sentido, las de la esclavitud crediticia. Inclusive se puede hablar de fuerzas supuestamente religiosas que vapulean sin una gota de misericordia al hombre y la mujer contemporáneos, aprovechando su innegable debilidad espiritual actual. En este horizonte tan inestable es muy posible que una comunidad creyente, como lo es la Iglesia, clara en sus creencias y doctrinas, aparezca como quedada en el tiempo e irritantemente obcecada en su forma de pensar y de hacer. Y hasta se puede ver esto como crisis.
En el Evangelio Jesús advierte a sus discípulos que llegará un momento en que los que los persigan sentirán que hacen lo correcto. Vivir para ver. Luchar por la familia, por la vida, por el matrimonio, por los pobres, por la justicia social, por la verdad y por otras muchas cosas, se ha vuelto en no pocos ambientes causa de repudio e incluso de sanción legal. Y, sin embargo, la conciencia de la humanidad, aunque traten de ahogarla y silenciarla, sigue encontrando las rendijas necesarias para lanzar rayos de luz que logren indicar el camino que sí lleva a algún lugar existencial con sentido y la Iglesia se siente parte de quienes cumplen esa noble tarea de iluminar. La Iglesia, es cierto, tiene problemas y muchos. Pero los del mundo en general la superan y con creces.