RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Enero de 2013

Ojo a las estadísticas

 

Dicen  los datos recientes producidos desde las oficinas estatales que la pobreza extrema y la pobreza en general han disminuido en Colombia en los últimos años.  Hasta donde los datos gubernamentales sean ciertos, o sea, mientras no sean literatura política, nos alegramos por lo que informan. Pero hay que ser extremadamente cuidadosos con estos números porque le pueden quitar importancia al tema de la pobreza que sigue siendo un lastre para millones de colombianos. El lenguaje oficial es muy dado a hablar de porcentajes y no de cantidades de personas que están en situación económica muy precaria y este es el modo del lenguaje oficial que suena más a campaña que a verdad verdadera.

Como quiera que sea, quienes tenemos las oficinas en el primer piso y no utilizamos guardias armados a las puertas ni anillos de seguridad, constamos a diario y de viva voz que hay todavía muchísima gente colombiana que vive en la física olla. Lo constatamos porque vemos a esas personas en carne viva, hablamos con ellas, visitamos los lugares donde sobreviven y el techo que las ampara y que no siempre alcanza a dar para construir la palabra casa. Hacen toda clase de malabares para poder pasar el día con algo en el estómago, y presentar honorablemente a sus hijos en las escuelas y colegios, para salir a la calle sin dejar ver mucho la escasez que las agobia.

Hoy el Estado, es cierto, les ayuda mucho más que hace unos años y eso es muy importante. También el sector privado generando empleo de calidad. Pero siguen faltando pasos muy grandes para que en un país tan rico como Colombia no haya pobreza insoportable.

En el Evangelio es muy edificante el ver la forma como Jesús se comportaba ante el más pobre. Detenía su paso ante él, lo atendía, lo escuchaba, le preguntaba sobre sus necesidades, le decía palabras iluminadas y materialmente se ponía de su parte siempre. No de manera excluyente, pero si preferencial, el Estado colombiano debería estar todavía más decididamente de parte de los más pobres para tenderles los puentes que los lleven a las zonas del bienestar social. También el sector privado y el ciudadano que tiene buen pasar. Alguna utilidad deben tener las estadísticas, como la tiene el contacto personal y real con el pobre al suscitar una reacción de mayor efectividad en lo que se hace para que todos vivamos bien.