RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Agosto de 2011

El error


“Estamos en manos de los que viven del escarnio público”


TAL  vez no exista una situación que haya causado más movimientos y reacciones en nuestra sociedad que la de los errores, culpables o no, de las gentes públicas en los últimos años. Como hay tanto resentimiento en todos los estratos sociales, inmensas multitudes están al acecho de la menor equivocación de hombres y mujeres de la vida pública, para masacrarlos sin misericordia, para encarcelarlos, para denunciarlos y quizás algunos habrán muerto por la avalancha vengativa que soterradamente se mueve en Colombia. Y los medios de comunicación han sido el mejor vehículo para que la artillería llegue sin demora a los blancos escogidos.


No dejan de ser curiosas muchas de las reacciones ante los errores de toda índole de nuestra dirigencia en sus diversos los niveles. Curiosas porque se les ataca de una manera tan violenta que cualquiera pensaría que sólo ellos los cometen y que el resto de los colombianos son ángeles inofensivos. ¿Pero es serio decir que en Colombia sólo los actores públicos roban, engañan, golpean, traicionan, hacen palancas y practican el nepotismo, favorecen sus propios intereses? Así transcurre la vida nacional. Es decir, los yerros están regados por la geografía humana de la Nación. Entonces, ¿por qué tanta violencia cuando alguien se equivoca?
Entra en juego la dinámica del chivo expiatorio. Todos sabemos que la multitud de los vicios constituye una desgracia para la comunidad. Pero no hay interés real de corregir lo que sucede. Para calmar la conciencia, se lanza a la hoguera de la infamia a un chivo bien grande y notable. En él arderán nuestros pecados. Cuando se apaga la llama, volvemos a nuestra situación de decadencia incesante. En verdad lo que molesta es que el error sea visible porque pone en evidencia a muchísimos. Ni más faltaba que alguien venga a dañar la fiesta de la muerte.


“El que esté sin pecado, tire la primera piedra”, se les dijo a los acusadores. A la acusada se le exhortó a no pecar más. Sabiduría profunda. El error, ese acompañante infaltable en el largo viaje de la vida humana, hay que saber tratarlo para que su presencia sea lo menos nociva posible. Pero estamos en manos de los que viven del escarnio público y así la sociedad está llena de pavor porque los seres humanos sabemos que algún día equivocaremos el camino, pero no quisiéramos morir por ello. Por ahora, el hombre y la mujer públicos, en sus errores no tienen ni perdón ni salvación. Otro error imperdonable de la sociedad.