Ebrios y guayabo normativo
Toda la polémica alrededor de qué hacer para acabar con las tragedias que a diario causan quienes conducen vehículos bajo los efectos del alcohol y -flanco del fenómeno que no ha sido muy estudiado- de sustancias narcóticas, pone sobre el tapete tres situaciones que deben analizarse a fondo antes de tomar medidas que, en el corto plazo, deban ser reversadas por su ineficacia o ir contra el ordenamiento constitucional o legal.
De un lado es evidente que no todo problema se puede solucionar con meter a la gente en la cárcel. Ya está más que advertido que el populismo punitivo no es la panacea que todos piensan. La propia Corte Suprema de Justicia, máximo tribunal de la jurisdicción ordinaria, advirtió que no se puede estar creando delitos así como así, tampoco restringiendo al calor de las coyunturas noticiosas y la indignación pública la posibilidad de aplicar métodos de justicia transicional o de otorgar beneficios por confesión, buena conducta, trabajo o terminación anticipada del proceso.
En segundo lugar, es ingenuo desconocer que, lamentablemente, el problema de los conductores borrachos es una desviación de tipo conductual, social y cultural. El licor ha sido por décadas un vicio socialmente aceptado y las tragedias causadas por ebrios al volante se han registrado desde hace mucho tiempo. Lo que ocurre es que ahora el nivel de tolerancia a estas situaciones es cero. Lo cual, obviamente, está muy bien. Pero, al ser un problema de índole cultural y social, debe empezar a atacarse desde ese campo, pues si ello no ocurre, los muertos, heridos y accidentes viales por esta causa no disminuirán de manera significativa. Prueba de ello es que el fin de semana pasado, pese a que todo el país entró en la polémica de cómo castigar a los borrachos que manejan y sin importar el hecho de que la Policía había advertido que redoblaría operativos en todas las carreteras, se impusieron más de 2.000 comparendos por conducir en estado de ebriedad.
Y, por último, es claro que el proyecto de ley que el Congreso ya estudia para enfrentar el problema con los ebrios al volante, no se puede convertir en una torre de babel ni en una colcha de retazos en la que se hagan caber todas las propuestas que se han escuchado por estos días… Todo lo contrario, debe existir la suficiente madurez y coherencia normativa para que el proyecto no termine convertido en un Frankenstein de incisos y parágrafos, que al final resulte ineficaz o no pase el tamiz de la revisión constitucional.